
«Una madre se enfrenta a 1.000€ de multa por acusar a una profesora de ‘comerse el bocadillo’ de su hijo en un grupo de Whatsapp». Si no hubiera sido publicado hace unos días, en plena primavera, en la mayoría de diarios españoles, esta noticia, que recojo en el diario El Mundo, parecería una inocentada del 28 de Diciembre.
Pero es cierta: como relata El Mundo en esta crónica: «La madre de un alumno de 5º de infantil del colegio plurilingüe Carrasqueira, en el barrio costero de Vigo, Coruxo, se enfrenta a una multa de 1.095 euros por enviar un mensaje en un grupo de Whatsapp de la clase en el que acusaba a la maestra de su hijo de haberle zarandeando y haberse comido su bocadillo».
«Os voy a decir lo que está sufriendo mi hijo. La profesora G. H. se dedica a zarandearlo de malas formas, a tirarle del brazo, se burla de él, le come el bocadillo… Con esto quiero decir que controléis a vuestros hijos y les preguntéis por esta individua», rezaba el mensaje, que se propagó de inmediato.
El texto llegó a oídos de dirección y, también, de la maestra supuestamente zarandeadora-y-comedora-de-bocadillos-de-niños. Según El Mundo, la madre «intentó disculparse en el mismo grupo», pero la maestra no aceptó las disculpas y decidió demandarla por injurias y calumnias. Al parecer, desde que se lanzó el mensaje, los niños se burlan de la docente, llamándola, entre otras cosas: «El monstruo del chorizo».
El asunto ha llegado a los tribunales y el fiscal solicita 1.095 euros por un delito de calumnias. Entiende que las palabras de la madre han generado un clima de rechazo hacia la docente.
La noticia es un ejemplo (sospecho que ni es el primero ni será el último), de cómo lo que en teoría puede ser una herramienta útil para mejorar la comunicación entre familias se está convirtiendo en un arma tóxica contra la escuela.
Cuando empecé a escribir sobre el fenómeno de los hiperpadres y la intromisión de las familias en la escuela, entrevisté a un docente. Sus palabras —aunque expresadas cuando todavía no existían los grupitos de Whatsapp—, no han perdido vigencia: «Cada vez hay menos límites por parte de los padres», me dijo. «Nos creemos capaces de poder actuar sobre todo, de criticarlo todo, de hablar sobre todo… Y es cierto que siempre ha sido así pero la diferencia es que ahora somos capaces de actuar, hay más medios para hacerlo: las redes sociales son uno de ellos”.
UN ARMA DE DOBLE FILO
Recuerdo la primera vez que me agregaron a un grupo de Whatsapp: hará unos 4-5 años. El invento empezaba a ponerse de moda y, en cuestión de unos días, fue integrada a los siguientes grupos:
FIESTA DESPEDIDA 6º PRIMARIA — COLONIAS 6º PRIMARIA — REGALO CUMPLEAÑOS CONJUNTO 6º PRIMARIA y CLASE SEXTO PRIMARIA a secas.
Me pareció tal asalto a mi móvil —incapaz de asimilar tanto bombardeo de mensajes—, que opté por empezar a abandonar grupos. Menos el de CLASE SEXTO PRIMARIA, los dejé a todos. Como la maestra del bocadillo, conseguí un apodo: «Eva Millet ha salido del grupo».

Ha pasado el tiempo y el tema sigue candente. Quizás el primer aviso de que algo se estaba pasando de la raya fue el de esta carta, de la siempre necesaria Cristina Gutiérrez Lestón, publicada en enero de 2016 en La Vanguardia. Titulada El Whatsapp de las mamás de la clase, pronto se convirtió en viral. No es sorprendente. En pocas líneas esta educadora, responsable de la Granja Escola del Montseny, describía a la perfección el descontrol que pueden sufrir estos grupos:
«A las 6.28 h de la mañana y suena el WhatsApp del grupo de clase, una madre explica que su hijo tiene fiebre y pregunta si alguien más está enfermo. No entiendo el objetivo de la consulta, y menos a esas horas. A la 1.12 h de la noche, otra pregunta: si llevarán cantimplora o botella de agua a la excursión del día siguiente. Si todos los niños van igual, dice que se quedará más tranquila. Necesita seguridad, que alguien le diga cantimplora para llevar cantimplora. Parece ser que lo que opinen o hagan los demás nos ocupa más que hacer una simple pregunta: “Hijo, ¿tú qué quieres llevar, botella o cantimplora?”.
Una exageración que, para Gutierrez Lestón, reflejaba una tendencia de crianza actual muy clara: la de sobreproteger e hipercontrolar:
«Los mensajes para conseguir los deberes del día muestran la sobreprotección que hay detrás, y cómo estamos enseñando a nuestros hijos una útil habilidad: la irresponsabilidad«.

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Fantastic reportatge Eva, ja està penjat al facebook!!! espero que tingui moltes entrades!!!
petons guapa
Cristina Gutiérrez Lestón
Codirectora de «La Granja»
Presidenta de la Fundació per a l’Educació
Autora del llibre ENTRENA’L PER A LA VIDA (Plataforma)
Coordinadora del llibre PALABRAS DE NIÃO (Plataforma)
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Granja Escola de Sta Maria de Palautordera
(Montseny)
Web: lagranja.cat
http://www.fundaciolagranja.com
Tel: 93 848 11 25 / 93 848 23 28
PIMEC
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