¿VIVIRÁN PEOR NUESTROS HIJOS?

La percepción, casi una espada de Damocles, de que los hijos van a vivir peor está marcando las crianzas actuales. La noción de que las nuevas generaciones tendrán sueldos más bajos, falta de vivienda y un planeta hostil, angustia a millones de padres. Pero, esta idea: ¿es un axioma o hay matices? En ciertos aspectos, ¿no están viviendo mejor, nuestros hijos? Os comparto el artículo escrito para La Vanguardia sobre una cuestión que, como madre y periodista, hace tiempo que me preocupa e intriga. Para el mismo entrevisté a expertos de diferentes ámbitos que opinan sobre un tema en el que hay grises y una línea roja: la crisis climática. 

Trabajos precarios, sueldos bajos, vivienda inasequible y, como una guinda, la amenaza climática. Este sería, en esencia, el futuro que parece que espera a las nuevas generaciones, según reiteran noticias e informes, como el publicado recientemente por el Consejo de la Juventud de España. Este organismo alerta que los jóvenes son el segundo colectivo con mayor riesgo de pobreza, tan solo superado por…. la infancia. Un panorama que se sintetiza en una frase: “La primera generación que vivirá peor que sus padres”, que se empezó a escuchar tras la crisis del 2008 y se ha convertido en un mantra angustiante. 

Quizás, ante los datos apabullantes, lo más sensato sería dejar de escribir estas líneas. Pero, ¿es un axioma, el que nuestros hijos vivirán peor que nosotros? ¿Es su futuro un “apaga y vámonos” irreversible? Y: ¿no hay cosas que han mejorado notablemente? Como vivir en una sociedad más abierta, tolerante y feminista, en la que no se aceptan el bullying ni la violencia machista y en la que los hijos cada vez son más deseados y escuchados. Hijos, por cierto, más altos (debido a una mejor alimentación) y que han gozado de la sanidad y la escuela pública y de un pasaporte europeo desde que nacieron. Jóvenes conocedores de sus derechos, que saben inglés, han viajado más que sus abuelos y con una oferta vital mucho mayor que la de sus padres. ¿No estamos mejor, en muchas cosas? 

¿QUÉ FUTURO LES ESPERA A NUESTROS HIJOS? PARA MUCHOS PADRES, ESTA PREGUNTA ES COMO UNA ESPADA DE DAMOCLES QUE INFLUYE TAMBIÉN EN CÓMO ESTAMOS CRIANDO.

Azahara Palomeque, doctora en Estudios Culturales por la Universidad de Princeton, cree que no. Y eso que ella, nacida en 1986, es exponente de una nueva hornada de españoles que han podido hacer tesis doctorales en inglés. Sin embargo, el título de su ensayo: Vivir peor que nuestros padres (Anagrama) deja claro lo que piensa: “Mi libro tiene dos vectores argumentativos: el aspecto económico y el climático”, explica vía e-mail. “En ambos, mi generación y la siguiente (la Z), viven peor que las precedentes, especialmente, que los boomers; es mera cuestión estadística. Hemos perdido los trabajos estables, el acceso mayoritario a la vivienda, estamos viviendo el desmantelamiento del estado del bienestar y nos enfrentamos a un futuro de caos eco-social”. Aunque admite que en otros aspectos estamos mejor, como en los derechos reproductivos: “Sin una base económica y de derechos sociales y otra ecológica, lo demás se desvanece en el aire. De poco sirve poder abortar si no hay agua ni sanidad pública”, sintetiza.

No es tan contundente Gregorio Luri, otro ensayista, mayor que Azahara, para quien el mantra del “vivirán peor” no deja de ser un signo de los tiempos: “Yo digo que vivimos en una sociedad terapéutica en la que si no muestras una herida, no eres nadie”. Para este filósofo y pedagogo, hay cosas que, “evidentemente”, hoy son mejores: «Un pobre, en un hospital público español, tiene un tratamiento muy superior al que tenía un millonario hace veinte años. Eso creo que no es discutible”. Por lo tanto, indica, ahí hay “un progreso notable”, que podríamos ir añadiendo a otros, como los avances tecnológicos: “Yo conocí los peligros de las viejas tecnologías… ¡La azada sí que era una herramienta peligrosa!”, bromea. 

Luri esta convencido que “si preguntas, uno por uno, especialmente si vienes de una familia humilde, oirás: ‘Vivo como mis padres nunca soñaron poder vivir’”. Pese a ello, alerta sobre una paradoja: “Lo curioso de nuestro tiempo es que, siendo indudables los progresos parciales, cuando los sumas, parece que no te da para un progreso con mayúscula. Hay sombras globales: armas para autodestruirnos, los problemas ecológicos, el crecimiento demográfico…. Una serie de cuestiones que te hacen mirar al futuro como algo inquietante”.

Para Mercedes Ayuso, doctora en Economía por la Universidad de Barcelona, las actuales incertidumbres a nivel económico y social son muy elevadas. “Pero cuando regresamos al pasado, es difícil pensar que no hubiera también incertidumbre”. De todos modos, añade: “Es cierto que en el momento actual se perciben más las inequidades en estas generaciones, sobretodo por la relevancia de variables socioeconómicas, como el nivel formativo o las posibilidades de acceso a una vivienda”. Ayuso es catedrática de Estadística Actuarial y madre de dos hijos, nacidos a principios de este siglo. Le “cuesta creer”, que vivirán peor: “Sobre todo, porque siendo pocos en cantidad —la sociedad está apostando más por la “calidad” que por la “cantidad” de hijos—, es probable que la ayuda que reciban de los padres, incluso en forma de herencia, sea mayor. Aunque lógicamente, esta afirmación no está exenta de circunstancias particulares”.

Lo que sí le preocupa a esta experta “es la incertidumbre que se respira entre nuestros hijos”. La desconfianza hacia el sistema de bienestar, reflejado en aspectos el acceso a la vivienda o su pesimismo sobre las pensiones: “Es un resultado que se repite sistemáticamente en las encuestas y no deberíamos quedarnos inmunes cuando vemos que nuestros jóvenes desconfían de aquello que es fundamental a la hora de garantizar sistemas de bienestar fuertes”.

“Por un lado, la percepción de que el futuro será peor que el pasado es propia de una visión conservadora de la sociedad, que se opone a la idea progresista de un desarrollo perpetuo, gracias a la ciencia y a la técnica y, también, a la expansión de la conciencia personal y colectiva”, apunta Francesco Magris. Sin embargo, este catedrático de Economía de la Universidad de Tours, matiza que esta percepción también refleja “un sano pragmatismo”, cuando está respaldada por los datos. En este caso, cree que hay una mezcla de ambos, de datos y de alarmismo y, este último, dice, puede ser muy tóxico: “Porque, fundamentadas o no, estas percepciones catastrofistas impactan el bienestar: si tengo miedo de ser atacado o robado cuando salgo de casa, la calidad de mi vida se resiente, incluso si el riesgo es objetivamente insignificante.… Keynes ya hablaba de «profecías autocumplidas”, concluye el economista.

Magris cree que estaría bien aclarar qué significa vivir peor, porque desde el punto de vista económico hoy se ha superado la idea de que el bienestar está ligado exclusivamente al PIB. Quizás hay otros parámetros, sugiere: “Como el Índice de Desarrollo Humano, del economista y filósofo Amartya Sen, que también tiene en cuenta la esperanza de vida y el nivel de alfabetización”. 

Para el sociólogo Vicent Borràs, profesor de la UAB, esta idea del “vivir peor” se basa en las condiciones materiales, no en otros aspectos de la sociedad, como los derechos y libertades, en los que se ha mejorado ostensiblemente: “Sin duda, en derechos, las cosas han avanzado mucho. Vivimos en un mundo que acepta mucho más la diversidad: hoy una persona LGTBI tiene referentes que no están estigmatizados”, explica. Sin embargo, esta perspectiva positiva se ve ensombrecida por otros factores: “Los padres creemos que nuestros hijos vivirán peor porque las condiciones materiales (salarios, vivienda…), también han cambiado mucho”. De hecho, Borràs apunta que muchos hijos ya están viviendo peor que sus padres, sobretodo, en las clases medias. La diferencia es que mientras que los descendientes de las clases medias “de toda la vida” mantienen el tipo gracias a las rentas de los padres, esto ya no es así para las nuevas clases medias: “Esa “aristocracia obrera” que logró tener un piso en propiedad y que sus hijos fueran a la universidad y que se está dando cuenta que viven peor”. 

“La evolución de la situación de la infancia y adolescencia en España en el último siglo ha sido positiva. Sin embargo, los retos a los que hoy se enfrentan las niñas y niños son enormes. En la última década, la pobreza infantil se ha estancado, lo que demuestra que se trata de un problema estructural”, explica Ona Lorda, técnica de políticas de infancia de Save the Children. Los datos que desgrana son perturbadores: “Más de 2,2 millones de niños y niñas en España (un 27,8%), viven en situación de pobreza. Un 10% en situación de carencia material severa, situándose en su máximo histórico”. Para Lorda, el “vivirán peor” es una brecha no tanto generacional, sino de clase social. La desigualdad, un fenómeno creciente a nivel global: “Afecta la trayectoria vital de los menores, por eso es importante impulsar políticas públicas dirigidas a corregirlas”.

LA CRISIS CLIMÁTICA ES, JUNTO A LA CRECIENTE DESIGUALDAD SOCIAL, EL PRINCIPAL PROBLEMA DEL FUTURO DE NUESTROS HIJOS. ESTÁ EN NUESTRAS MANOS REVERTIR AMBAS. https://es.greenpeace.org/es/en-profundidad/estas-seran-las-consecuencias-del-cambio-climatico-en-espana/

Políticas que también deben intensificarse en una crisis que, para los entrevistados, supone la mayor amenaza al bienestar de las futuras generaciones: la emergencia climática. “La crisis climática es el límite, acabará con nosotros y, si no podemos freno, dejará a nuestros hijos sin futuro o, como mínimo, en un planeta menos amable”, reitera Oriol Bartomeus, autor de El peso del tiempo. Relato del relevo generacional en España (Debate). Este politólogo tiene claro que nos jugamos, ni más ni menos, que el futuro de la especie. “El problema es que se ha convertido en algo político, de derechas e izquierdas y, mientras tanto, pasa el tiempo”.

Pero, en otros aspectos, este experto en diferencias generacionales, cree que el mantra de “vivir peor” tiene sus matices. “¿Vivirán peor?… Pues depende”, dice. “Es cierto que hay elementos de dificultad en las nuevas generaciones, como la vivienda, pero esto ya era un tema muy difícil para los boomers que se compraron pisos, sí, pero se endeudaron de por vida”. Para Bartomeus, cada generación vive su punto malo: “La de la posguerra no fue privilegiada: la mayoría no pudo estudiar, la mayoría de ellos se puso a trabajar a los 16 años y la mayoría de ellas, a los 20-25 ya estaban casadas, con hijos y en casa. Viajar, han viajado poco, vacaciones han hecho poquitas, y les ha quedado una pensión baja… No sé hasta que punto podemos decir que vivían de maravilla y ‘pobres de nosotros’”.

El problema, apunta: “Es que aquí partimos de un autoengaño, que es que el mundo va cada vez a mejor. Y sí, es cierto que hubo treinta años de progreso, de bienestar económico, pero hace tiempo que esto no es así. No es tan sorprendente: hay momentos en la historia que se va para atrás y este es uno. ¿Quiere decir que el mundo se va directamente al desastre? No necesariamente”. 

Lo que sí es evidente es que, para un futuro mejor, se requieren soluciones para corregir las desigualdades sociales y la crisis climática. Pero, aunque aún hay tiempo para implementar políticas reales y efectivas, se está produciendo un giro electoral hacia partidos que defienden lo contrario: ideologías para las que el cambio climático no existe y la “libertad” es no pagar esos impuestos que sustentan el estado del bienestar.

Este fenómeno, el progresivo desmantelamiento del estado de bienestar: “Es el resultado de la disciplina de austeridad que ha contaminado casi todas las culturas políticas”, explica Francesco Magris. Este economista tiene claro que pagar impuestos “debería constituir un deber ético”. A cambio, el estado ha de proveer un sistema fiscal más transparente y un buen uso del dinero público: “De lo contrario, los ciudadanos se convierten en presa fácil de movimientos populistas antiimpuestos, etc.”. Un nuevo populismo, añade Azahara Palomeque: “Que a partir de la Era Trump ha sabido canalizar el descontento, ayudado parcialmente por las lógicas de comunicación algorítmica”. De ahí que mucha gente llegue a votar en contra de sus intereses y —aún más desconcertante—, de los intereses de sus hijos.//

Deja un comentario

Hola, soy eva millet

Soy barcelonesa, periodista y escritora, licenciada en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona.

A raíz del nacimiento de mis dos hijos, empecé a publicar sobre temas de crianza y puse en marcha www.educa2.info, blog especializado en noticias que ayudan a educar. Soy también autora de Hiperpaternidad, del modelo mueble al modelo altar (2016), Hiperniños (2018) y Niños, adolescentes y ansiedad (2019) y Madres Mamíferas (2023), todos publicados por Plataforma Editorial.