Quien esto escribe fue una niña mandona. Al menos es lo que decían (y siguen diciendo) los hombres de mi familia. Es por eso muy gratificante ver que en los Estados Unidos se ha puesto en marcha una campaña para, literalmente, prohibir la palabra «mandona». Ban Bossy (algo así como «Prohibir Mandona«), tiene como misión «animar a las niñas a ser líderes» y hacer entender a los que las rodean que ser firme, asertivo, tener ideas propias e iniciativa no equivale a ser una pequeña tirana… La campaña es un proyecto de la muy brillante Sheryl Sandberg*, directora de operaciones de Facebook; las Girl Scouts y el Girls Leadership Institute, organización sin ánimo de lucro dedicada a aumentar la autoestima de las niñas y potenciar su capacidad de liderazgo. La han apoyado, entre otras, Beyoncé y la ex secretaria de Estado Condoleezza Rice.
A diferencia de otros países, en América, el aspirar al liderazgo y ser ambicioso son cosas vistas como algo positivo. Sin embargo, al igual que en otros países, el liderazgo y la ambición parecen ser un territorio masculino. Y ya desde la infancia, prácticamente. Como se explica en la web de Ban Bossy, en lo que se refiere a niñas y ambición, el patrón es claro: se las disuade del liderazgo bastante precozmente y a veces, basta una sola palabra para ello. Mientras que si a un niño que se impone o toma el mando en un juego se le llama “líder” con una sonrisa complacida, cuando es una niña la que hace lo mismo se arriesga a que la tilden de “mandona” (que viene a ser un sinónimo de otros términos como “agresiva” y “demasiado ambiciosa”). Por eso no es extraño, concluyen desde la web, que en secundaria las niñas estén menos interesadas que ellos en desempeñar roles de liderazgo, una tendencia que continúa en la edad adulta.
Mi hija tiene ahora ocho años y, si se las observa a ella y a su grupo de amigas cuando, parece muy improbable que ninguna de ellas sea jamás coartada de sus dotes innatas de liderazgo… En su mayoría son niñas con carácter, bravas, que saben muy bien lo que quieren, no tienen reparos de expresarlo y discutirlo en voz alta (quizás demasiado alta, en ocasiones) y jamás se les pasaría por la cabeza que tienen menos posibilidades de dirigir algo que sus compañeros de clase… ¿Qué ocurre, entonces?
El Girls Leadership Institute señala que el cambio se produce a partir de los 11-12 años, cuando empiezan lo que en EEUU se llama ‘middle school’. Es un momento en el que a las niñas les empieza a preocupar muchísimo lo que digan de ellas (y que las llamen «mandonas» es una de las cosas que nos les gusta que se diga que ellas).
Durante su trabajo de campo en las escuelas, esta organización detectó que habían niñas que, aunque durante el patio podían hacerse escuchar sin problemas, al hablar en clase apenas se las oía (por cierto, ¡también revelan que a las niñas se les da menos la palabra en clase que a los niños!). Asimismo se detectó cómo, al pedirles que hicieran una lista con sus virtudes, las niñas tendían a responder con humildísimas frases tipo «no quiero que la gente piense que soy creída»… Al parecer es una constante entre ellas su temor a ser juzgadas. Por eso, el asumir riesgos y exponerse, diciendo lo que piensan, el levantar la mano en clase, interviniendo, cuestionando… «podría no gustar a la gente».
Sandberg y las artífices de la campaña son mujeres prácticas, y por ello dan pistas para ayudar a las niñas a no perder su capacidad de liderazgo ni sentirse avergonzadas por ello. Entre otros, estos son los consejos a las niñas que pueden leerse al completo en este pdf en español Ban_Bossy_Leadership_Tips_for_girls-spanish (no muy bien traducido, me temo) y este en inglés, Ban_Bossy_Leadership_Tips_for_girls
- Decir lo que piensan en clase: Que levanten la mano, incluso cuando no estén seguras de la respuesta. Que intenten no preocuparse por equivocarse.
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Dejar de disculparse antes de hablar: al parecer, con frecuencia, las niñas comienzan sus opiniones con disculpas (“No estoy segura de que esto sea correcto, pero…”) o con preguntas, en vez de afirmaciones («¿Martin Luther King no era un luchador por los derechos civiles?»…).
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No hacer el trabajo de los demás: Cuando, en clase, uno de los miembros de un proyecto en grupo no trabaja lo suficiente (¡o no hace nada!), es habitual que las niñas lo hagan ellas mismas o que no digan nada al respecto. La solución: «Aborden el problema preguntándole a su compañero/a de clase cuándo terminará sus tareas. Si no obtienen una respuesta clara, sean más directas acerca de lo que necesitan o pidan ayuda a un maestro».
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Pedir ayuda: la gente más exitosa no consigue sola el éxito. Que no tengan miedo de pedir consejo o ayuda a maestros, entrenadores u otros adultos sobre cosas que les interesan.
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Ponerse nuevos retos: la campaña insta a la niñas a salir de su zona de seguridad: animarlas a practicar un deporte que nunca han hecho o una asignatura que nadie esperaría que ellas hicieran. Que aprendan el lenguaje de los ordenadores (ver entrada Code.org) o tomen pequeños riesgos como «presentarse a alguien a quien no conocen».
- No siempre es fácil decir lo que una piensa pero vale la pena: las niñas están creciendo en un mundo que todavía no tiene claro cómo encajarlas: tienen que estar seguras de sí mismas pero ser simpáticas, ser ambiciosas pero no egoístas, exitosas pero no engreídas… Las normas pueden ser confusas e injustas, lo que significa que no a todo el mundo les va a gustar que digan lo que piensan. Así que, adelante, que no se corten: que practiquen, digan y se lancen.