Siete «Historias Mínimas» y educativas

Hace casi un año que colaboro como columnista en la revista Cuadernos de Pedagogía que es un referente para los profesionales de la educación.

Mi columna está ubicada en la sección Historias Mínimas donde, entre otros, comparto espacio con Sara Beltrán, maestra de 0-3 años; el naturalista y escritor Ignacio Abella; Rosa Valdivia, maestra de Primaria; la artista y educadora Yera Moreno y el dibujante Litos.

De cada uno he escogido una contribución a la sección, que os comparto junto a un par de reflexiones mías. Prueba de que las historias, por mínimas que sean, también nos pueden ayudar a educar.

1. SOBRE EL MÓVIL 

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En la clase de mi hija, de sexto de Primaria, solo hay tres niños sin móvil. De hecho, son tres niñas: mi hija O. y dos amigas suyas. El resto ya tienen el aparatito mágico. Algunos ya empezaron el curso con él, otros lo recibieron como regalo de Reyes. En la escuela usar el móvil está prohibido, pero ello no impide que las criaturas lo lleven en su mochila y, cuando van al parque, por la tarde, muchos se pongan a pasar pantallas mientras otros –cada vez menos– juegan. Pero lo peor, me cuenta O., es ir a casa de una amiga con móvil. El juego, que antes fluía sin problemas, es ahora sustituido por el ensimismamiento de la nueva dueña del aparatito: la amiga invitada deja de existir, el móvil lo es todo. Hasta hace poco «lo normal» era darles el móvil al inicio de la Secundaria. En parte porque muchos empiezan a ir solos y en parte porque, sin móvil, estos preadolescentes se convierten en unos descastados sociales (o mejor dicho, digitales). Hoy, sin embargo, esta cuestión se ha adelantado. Me hablan hasta de niños de tercero de Primaria con móvil. Y, por supuesto,
de hijos cada vez más enganchados a mamá y a papá a través de este nuevo cordón umbilical. “Mi hija de 13 años me whatsappea  en cada recreo para contarme lo que hace: en casa, ya no sabemos de qué hablar”, lamentaba una madre el otro día. “Opte por el modo avión”, aconsejé. Por el modo avión han apostado desde el instituto Torre Vicens, de Lleida. O más concretamente, por prohibir el móvil a los alumnos de primero y segundo de ESO, tras detectar que “se despistaban y llegaban tarde a clase” y que, en el recreo, la mayoría “en vez de dedicarse a jugar, se aislaban los unos de los otros”. Una decisión bien recibida por alumnos y familias, y que ha llamado muchísimo la atención a los medios, por su osadía. Pero es que veces el sentido común es el menos común de los sentidos: de ahí la sorpresa de tantos.

2. LA IMPORTANCIA DE EDUCAR A CUIDAR LAS COSAS 

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Hace poco pasé por una cafetería donde había una zona de juegos con un baúl lleno de juguetes. Aunque estaba a rebosar, la mayoría de los juguetes estaban rotos: cochecitos sin ruedas, rompecabezas con la mitad de las piezas, muñecos sucios y sin extremidades… Me fijé en un niño de unos 3 años que no dejaba de sacar juguetes del baúl. Cuando por fin encontraba algo interesante jugaba durante breves instantes y luego lo dejaba caer al suelo, creando un auténtico caos a su alrededor. Quien le acompañaba, que se encontraba a pocos metros mirando el móvil, levantaba de vez en cuando la voz (apenas los ojos) para pedirle que se comportara, pero la actitud del niño continuaba inalterable. Una chica se acercó con otro niño y le pidió que no lanzara los juguetes. Los guardaron y luego le invitó a mirar un cuento. El niño se sentó junto a ellos y se mantuvo concentrado durante un rato, pasando cuidadosamente las páginas. ¿Qué había ocurrido de distinto? Pienso que los niños y niñas dan valor a aquello a lo que los adultos también damos valor, aprenden de nosotros el arte de cuidar, que es algo que, como tantas cosas, se transmite más con el hacer que con el decir. ¿Y si al jugar con ellos le diésemos a sus tesoros el mismo valor que a nuestras cosas? ¿Y si buscásemos un espacio propio para cada juguete y material en lugar de amontonarlos? El espacio propio aporta valor al objeto, tal y como la posibilidad de una vivienda aporta dignidad a una persona. ¿Y si cuando tirasen la tierra de una maceta o rasgasen la página de un libro sacásemos la escoba y el celo para arreglarlo juntos, en lugar de resolverlo apartando la planta y tirando la página rota? Cuidar no significa preservar algo intacto, sino hacernos responsables, dar valor y tratar de remendar lo dañado. Al fin y al cabo, ¿no es también eso lo que deberíamos buscar en nuestras relaciones humanas, en nuestras casas y nuestras escuelas?

3. GUSANOS DE SEDA Y EDUCACIÓN AMBIENTAL

LA MORERA
 Aquí y allá, junto a las antiguas escuelas de pueblo, aún sobreviven algunas moreras. Son un verde homenaje, el legado último de aquellos maestros que criaban gusanos de seda para mostrar la metamorfosis a unos niños fascinados por el proceso de la vida. Más que un proyecto era una aventura que involucraba a toda la clase en la cosecha diaria de hojas frescas para alimentar a las insaciables orugas. Buscábamos por el vecindario nuevas moreras, implicábamos a la familia, amistades y conocidos, llevábamos en una caja de zapatos los gusanos para cuidarlos el fin de semana, los contemplábamos sin pestañear y éramos testigos de la asombrosa transformación… Después de semanas de frenética actividad, comenzaban a envolverse en su capullo. Había que esperar a que completaran el truco del escapismo, saliendo en forma de mariposas. Aquello daba para clases de geografía e historia, biología, y hasta filosofía o literatura con la vieja parábola de la oruga que se hizo mariposa. También ejercitábamos la paciencia, la responsabilidad, la
observación y la constancia y otras habilidades e inteligencias que tienen que ver con el descubrimiento y la relación con “lo otro”.
La vida es el mejor antídoto contra la adicción a los mundos virtuales que secuestran la atención y vitalidad de niños y adultos, apartándonos de la realidad. Me refiero, sí, a videojuegos, televisores, móviles… Pero también a los libros y las aulas como lugares únicos de aprendizaje que no dejan tiempo ni espacio a la experiencia, a la relación viva y directa con la naturaleza y el entorno inmediato. Incluso cuando se hace difícil sacar a los niños al aire libre, podemos traer el bosque a la clase en forma de semillas y hojas, pequeños huertos o gusanos de seda. Todo tiempo invertido en vida y experiencia terminará dando sus frutos en forma de empatía y consciencia, salud física y mental, inteligencias y humanidad.

4. ADOLESCENTES, ROPA Y SEXISMO

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 Cuando escribo estas líneas estamos en el inicio del verano madrileño, lo que se traduce en que “hace calor, mucho calor”. Se preguntarán qué hago hablando del tiempo en esta columna y si me he equivocado de revista. Permítanme que siga, y es que la cosa, en este contexto de canícula, no va tanto de altas temperaturas sino de trapos. Sí, han leído bien, de esos trapitos que todas y todos nos ponemos para salir a la calle. Porque últimamente no paro de oír comentarios continuos sobre la vestimenta de las alumnas, sobre lo corto o no de sus pantalones, sobre tirantes y escotes. Rara vez escucho hablar en los mismos términos de la vestimenta de los alumnos, aun cuando sí, sé que a ellos también se les imponen códigos de vestimenta. Pero desgraciadamente, en las conversaciones constantes sobre el tema, ellas y ellos son tratados de manera sustancialmente diferente y desigual. Y es que ellas, o bien son tratadas desde un paternalismo bastante sospechoso “pobrecillas, no se dan cuenta de cómo al ir vestidas así cumplen con su papel de objeto dentro de una
lógica patriarcal” (lo de patriarcal lo añado yo), o directamente son tratadas con actitudes sexistas “van provocando” o “los pobres chicos no saben qué hacer con sus 
hormonas y estas chicas así vestidas”. Todavía estoy a la espera de escuchar algún comentario mínimamente parecido del vestuario de los chicos, en los que se aluda a su provocación ante las hormonas femeninas, o a su descaro. Así que lo que más me apena de este debate, que ni siquiera es debate, puesto que se trata de códigos que no se dialogan con una parte importante de las personas a las que afectan, sino que se imponen, es que la mayoría de argumentos que se dan para sostenerlos ya nos suenan mucho, y no hacen más que reproducir prejuicios y actitudes sexistas que muchas de nosotras estamos hartas de oír. En serio, a estas alturas de la película, ¿no se nos ocurren mejores
argumentos? ¿o es que quizás no los tengamos?

5. ¿QUÉ QUIEREN SER NUESTROS HIJOS?

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6. DE LA IMPORTANCIA DE JUGAR 

JUEGO
Uno de los argumentos que más se oye para hacer regalos a los niños y niñas en Nochebuena y no el día de Reyes es que cuando se reanuden las clases no tendrán tiempo para jugar y que en vacaciones se aburren en casa. Esta idea, bastante generalizada, me da mucho que pensar. Supone que el juego se relega a las vacaciones y a los fines de semana, en el mejor de los casos. Cualquier persona que tenga la suerte de observar a un grupo de escolares jugando sabe que es el momento de la jornada escolar en el que m.s aprenden, en el que se están desarrollando sus capacidades, sobre todo las sociales, al máximo, porque están poniendo en esa actividad toda su energía creadora, todas sus dotes de convicción, todas sus estrategias para lograr el consenso, toda su alegría si ganan y todo su “no pasa nada y a intentarlo otra vez” si pierden. Cuando las familias cargan los horarios de los chavales de extraescolares que ellos no eligen y desde la escuela se amplía la jornada con tareas innecesarias, estamos privando a nuestra infancia de uno de sus derechos fundamentales. Me estoy refiriendo al ámbito de la escuela como lugar de juego y, aunque
no debería ser así, para la mayoría de los niños y niñas, al menos de las grandes ciudades, es el único lugar posible para relacionarse con iguales. Es muy raro ver pandillas jugando a
su aire en la calle. Las razones de ello dan para una reflexión muy profunda. La asociación juego-juguete es muy preocupante. Da la impresión de que tras un juego tiene que haber
algo material, algo que potencie el consumo. La asociación auténtica es juego-amigo o, mejor aún, juego-amigos. En palabras de Josechu Linaza: “El mejor juguete es un amigo”. Si un niño o una niña eligen para jugar un amigo virtual, por muy sofisticado, tecnológico, presente en múltiples catálogos…, antes que un amigo real, de carne y hueso, algo estamos haciendo mal, muy mal, y nos lo tenemos que hacer mirar. 

7. PEDAGOGÍA —MÍNIMA— CONTRA EL RUIDO

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En el 2015 hubo un eclipse de sol en España. Debido a ello, diferentes administraciones de salud pública lanzaron avisos para proteger a los niños ante el fenómeno. En algunas escuelas se retrasó la hora del patio y en otras se cancelaron las excursiones. Estas acciones contaron con el beneplácito de los padres: la salud es lo primero. Me pareció muy bien el esfuerzo de gobernantes y comunidad escolar para salvaguardar el preciado sentido de la vista. Sin embargo, pensé que no dejaba de ser irónico que otro sentido básico, el oído, sea sistemáticamente machacado por estas mismas
instituciones. Hace años que soy testigo de cómo se están creando generaciones de sordos precoces. Ayuntamientos, responsables de instalaciones deportivas, escuelas y asociaciones de padres van –¡aquí sí!– de la mano, sometiendo a los niños a un bombardeo de decibelios en cualquier evento infantil que se precie. De la cabalgata de Reyes al partido de baloncesto, pasando por las fiestas escolares y los espectáculos musicales.
Con la temporada de fiestas de fin de curso a punto de iniciarse, no quiero desaprovechar esta tribuna para hacer hincapié en una cuestión sobre la que hace falta mucha pedagogía: el ruido perjudica seriamente la salud. Provoca la secreción de adrenalina y cortisol, hormonas del estrés; genera ansiedad, malestar y problemas de concentración, afectando al rendimiento escolar. A partir de ochenta y cinco decibelios, la presión sonora
ya es dañina y las células auditivas empiezan, literalmente, a morir. En su agonía, emiten ese pitido que todos hemos escuchado al salir de un lugar muy ruidoso y que nuestros niños ya conocen bien. Ellos son, según la OMS, uno de los grupos más vulnerables al ruido. Y debido a “prácticas inseguras de escucha” como las aquí mencionadas, esta organización alerta que más de mil cien millones de jóvenes en el mundo están en riesgo de sufrir sordera parcial. Bajemos el volumen, por favor.

 

 

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