PAUL AUSTER Y LA CRIANZA HELICÓPTERO

Paul Auster ha sido uno de mis escritores favoritos; El Palacio de la Luna (ed. Anagrama), sigue siendo uno de mis libros preferidos y los admiro tanto a él como a su esposa, la excelente Siri Hustvedt.

Por ello, siempre leo con avidez lo que se escribe sobre ellos. Lo último, esta entrevista de Antonio Lozano en el Magazine de La Vanguardia, donde Auster habla del proceso de escribir, de su última obra 4 3 2 1 (ed. Seix Barral), del horror que le provoca Donald Trump y, también, del radical cambio en los estilos de parenting, de crianza, en su país.

Captura de pantalla 2017-08-31 a la(s) 10.46.40En la obra de Auster, de 70 años, la infancia es un tema recurrente, por lo que es interesante lo que le cuenta al periodista sobre cómo fue su niñez:

«South Orange, donde viví entre los 5 y los 12 años, tenía algo de idílico, estaba lleno de casas antiguas, edificios históricos y zonas verdes. Pasaba la mayor parte del tiempo en la calle con los amigos porque mis padres llegaban a casa tarde de trabajar y apenas se hablaban. Fui muy afortunado de crecer en un momento en el que el modelo educativo imperante era muy liberal y consistía en que los niños gozaran de abundante tiempo libre para jugar y leer, no nos ponían deberes porque se entendían como un fracaso de la labor docente».

 Además, continúa el escritor:

«A esto se añadía que los padres no supervisaban obsesivamente a sus hijos, les concedían libertad, no eran como los padres helicóptero de hoy en día, siempre revoloteando, sobreprotectores y miedosos. Gozabas de un margen de independencia y de resolución de los problemas por tus propios medios que se me antoja crucial para abordar luego los retos de la vida adulta». 

En apenas un párrafo Auster ha descrito perfectamente lo que es la hiperpaternidad y cómo este modelo está arrebatando la capacidad de autonomía de los hijos.

La crianza helicóptero es imperante en su país, Estados Unidos (hace poco me lo ratificaba en una entrevista una experta en el tema, la psicóloga y autora Madeline Levine). Y desde allí se ha exportado con éxito a otros lares porque, como escribió otro lúcido autor contemporáneo, Michel Houellebecq: «No hay ninguna moda venida de Estados Unidos que no haya logrado inundar Europa occidental unos años más tarde; ninguna». (Las partículas elementales, ed. Anagrama)

Y ya que estoy en modo citas de autores interesantes, acabo con la de otro de mis escritores favoritos, el británico Jonathan Coe, en cuyo último libro El número 11 (Anagrama); también se mencionan de refilón estos niños. En concreto, en un párrafo donde una profesora universitaria reflexiona sobre «Un nuevo fenómeno de la vida universitaria»:«Los estudiantes, que en el pasado veían los trimestres académicos como una grata oportunidad para vivir una vida independiente durante ocho semanas, ahora regresaban a casa de sus padres la mayoría de los fines de semana, para que les sirviesen la comida y les hiciesen la colada». 

En el Reino Unido, país que conozco bien, la entrada a la universidad implicaba, en la mayoría de casos, trasladarse a una ciudad lejos de casa y empezar la vida adulta e independiente, por lo menos durante los trimestres universitarios. Hoy parece que ya no es así. Cosas de la hiperpaternidad.

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