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Cuando era pequeña fui una vez de colonias con la escuela. Dos noches, en una casa enorme, en las afueras de Barcelona. Dormíamos en literas: niñas en una habitación y niños en otra. Las actividades consistían en una excursión diaria y, después, en jugar en el jardín de la casa enorme: escondite, el pañuelo, pilla-pilla… Era emocionante. Dormir, desayunar y comer con tus compañeros de clase. No saber nada de tus padres durante tres días. Me sentía como en una novela inglesa de internados de esas que me gustaban.
Hoy, mis hijos también van de colonias. Pero las cosas han cambiado. La oferta de las actividades de las colonias de mi hijo (cuatro noches y cinco días), incluye rocódromo, tiro al arco, hípica, kayak, piscina, juegos de noche, discoteca, cine al aire libre, talleres, campo de aventura, bosque vertical, una gimkana basada en la Batalla de los Termópilas y una excursión al lago de Banyoles, entre otros. Mi hijo tiene doce años y va a un colegio público, normal. Mi hija tiene ocho y va a la misma escuela. En sus colonias, de tres días, ha habido paint-ball, bosque encantado y bosque vertical, treeking en un río, piscina, discoteca y varias cosas más que ni he leído porque, sinceramente, me mareaba.
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Una vecina me comentaba ayer que su hija, de siete años, llegó completamente agotada de sus tres días de colonias con la escuela. También hicieron de todo y más.
Otros vecinos, de trece años, me contaban sus colonias del año pasado: estuvieron en la costa, en una especie de resort tipo Club Mediterranée, donde, entre muchos otros, practicaron buceo, esquí acuático, hubo la clásica discoteca y se montaron en uno de esos churros propulsados por una lancha. También llegaron agotados.
Esta claro que las colonias y los campamentos son una actividad pedagógica muy buena y hay que apostar por ellas. Pero, ¿no nos estaremos pasando? A menudo, no las organizan las escuelas, sino las asociaciones de padres, y veo que la tendencia a la hora de escoger es esta: cuantas más y sofisticadas las actividades, mejor. Por ello, la oferta se dispara y, con toda la buena voluntad del mundo, por parte de organizadores y de padres, mandamos a niños y niñas a pasar unos días a tope, de una actividad estructurada tras la otra, que no sé hasta que punto pueden digerir.
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La intención es buena pero creo que hace falta una reflexión. El momento colonias no deja de ser un reflejo de la ristra de actividades a las que sometemos a nuestros hijos e hijas a lo largo del curso. Un reflejo de la tendencia actual a ser no solo padres sino, también, dinamizadores culturales de nuestros hijos. Me lo comentaba en una entrevista el pedagogo Gregorio Luri: hay que parar un poco, relajarnos, dejarlos a su aire, que aprendan algo tan importante como es el aburrirse. No es tarea nuestra entretenerlos. Además, apuntaba que, con tanta actividad planeada, una de las cosas con las que los adolescentes no saben lidiar es con el tiempo libre y que, como no saben llenarlo, buscan emociones fuertes. No me extraña: después de esas dosis en la infancia de gimkamas temáticas, discotecas, paint-balls, submarinismo, treeking, churros veloces, aventuras nocturnas y varios, el vacío debe de ser insoportable.
Hay otro ángulo interesante de la paternidad moderna en la experiencia colonias. Es el estar constantemente informado de lo que hacen los retoños. Mi vecina me comentaba que en su escuela se abrió un grupo de WhatsApp y que, cada hora, los monitores enviaban fotos de los niños realizando las diversas actividades. Un no parar. Pobres monitores. En mi caso, los monitores han dicho (sabiamente, creo), que están muy ocupados atendiendo a los niños para atender a los padres. Así que la dieta es estricta: en el grupo de WhatsApp que también se ha abierto con motivo del evento se publican algunas fotos al final del día, que se cuelgan asimismo en la página de Facebook que también se ha abierto con motivo del evento.
El planning de las colonias.
Comentarios como el tuyo se oyen cada vez más, pero no hay que olvidar que existen organizaciones que hace muchos años que organizan otro tipo de colonias, las que, creo, nuestra generación entiende por colonias. Se fomentan valores como el compañerismo, amor y respeto por la naturaleza, despiertan la curiosidad, creatividad y de una forma austera.
Estas organizaciones merecen respeto y apoyo y demuestran que es posible utilizar el tiempo libre para educar valores.
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A mí es que me ha sorprendido la gran oferta de actividades y veo que es una tendencia. No quiero decir que no lo pasen bien: pasarlo se lo pasan pipa, pero tengo la sensación de que es un poco demasiado, la verdad. Supongo que si fueran tipo quince días, las cosas serían algo más calmadas, porque este ritmo tan seguido es imposible. Yo recuerdo que de pequeña a las colonias también se las llamaba «convivencias».
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Eso es muy buenos para niños sin.móvil ni juegos se relajan mucho disfruta mucho
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Carmen! Tienes toda la razón. Esto es lo mejor de las colonias/campamentos: que no ven la tele ni tocan ni una tableta, móvil, ordenador. Esperemos que dure.
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