María Montessori: Más que una maestra

Reproduzco artículo mío sobre la pedagoga María Montessori, una mujer pionera e inteligentísima, publicado en la revista Historia y Vida de enero 2014. Para la versión pdf, clickar aquí: MONTESSORI PDF

Mujer avanzada a su tiempo, revolucionó la educación hace más de un siglo con un método pedagógico aún vigente. Texto: E. M.

En 1907, María Montessori abrió las puertas de su primera escuela en la barriada de San Lorenzo, en Roma. La pedagoga tenía 37 años y un currículum inaudito para una mujer en aquella época: entre otros, había sido la primera italiana en conseguir licenciarse en Medicina.

Más de un siglo después de empezar a ser aplicado en aquella “Casa dei Bambini” romana, el “Método Montessori” es global desde hace décadas, con más de 20.000 escuelas Montessori por todo el mundo y muchos de sus principios aplicados en la enseñanza generalista.

Pervive así el legado de esta italiana nacida en 1870 en, Chiavarelle, Acona, en una familia donde la educación era tan importante que los Montessori se mudaron a Roma en 1882 para que María pudiera seguir estudiando. Sus padres, Alessandro y Renilde, querían que su vivaz hija se dedicara a la enseñanza (la única carrera abierta a las mujeres en aquella época), pero ella tenía otras ideas. Le apasionaba la ciencia y estaba determinada a estudiar Medicina. Llegó a pedir la intercesión del papa León XIII para poder ingresar en la facultad. Lo consiguió, licenciándose con veintiséis años.

Siguió vinculada a la universidad, como asistente a la cátedra de Psiquiatría. Fue durante este periodo cuando descubrió su otra vocación, la enseñanza, a través de los niños con retraso mental que vivían en el manicomio, junto a los adultos. Descubrió horrorizada que a estos niños se les trataba como enfermos mentales y creyó que, con una pedagogía adecuada, los podría sacar de allí

Así, Montessori empezó a pasar largas jornadas con ellos, implementando un proyecto educativo específico, destinado “a proteger de la extinción la llama de inteligencia” que había vislumbrado en aquellos pequeños. No se equivocaba: su trabajo logró que aquellos niños ‘anormales’ aprobaran los mismos exámenes que los considerados ‘normales’.

MARIA MONTESSORI

Su éxito llamó la atención de las autoridades educativas italianas, que le dieron diversas responsabilidades en este ámbito. Corría el cambio de siglo: una etapa febril, en la que Montessori se involucró en los movimientos feministas emergentes y estudió otras disciplinas, como la filosofía y la antropología. Es también cuando su interés pedagógico se desplaza hacia los niños de edad preescolar, a los cuales consagraría el resto de su vida.

En 1907, se le encargó la organización de una escuela en el paupérrimo barrio de San Lorenzo. De este modo se gestó la ‘Casa dei Bambini’: un centro modélico, dedicado a los niños residentes en las nuevas viviendas de protección oficial. Montessori enfocó el proyecto desde dos vertientes: la social y la pedagógica. La escuela era una gran casa, ordenada y limpia, donde dominaban el afecto y la armonía. El niño se convertía en el centro del proceso educativo, con un mobiliario a su medida y un material didáctico específico, para ayudarle a que se guiara por su instinto. Tenía sus derechos y había que defenderlos de la opresión de los adultos, así como respetar su libertad.

En épocas de escuelas de disciplina durísima, el llamado Metodo della pedagogia scientifica de Montessori fue completamente revolucionario. Pronto empezó a implementarse en otros lugares de Italia. La publicación de un libro sobre el mismo en 1909 y la incansable labor de difusión de su artífice, también permitió que llegara a otros países, como Inglaterra, Francia, Estados Unidos y Holanda, donde una de sus alumnas fue Anna Frank.

En 1934, con el ascenso del Fascismo en Italia, Mussolini ordenó cerrar todas las escuelas Montessori. María se exilió a Holanda hasta que, en el 39, marchó a la India. Allí llegó a formar a 1.500 maestros y frecuentó a intelectuales como Rabindranath Tagore. En su periplo le acompañaba su hijo Mario, a quien tuvo como madre soltera en su juventud y al cual se vio obligada a ocultar durante años. Fue Mario quien estuvo con ella el día de su muerte, en su casa de Holanda, en 1952. En este entonces su pedagogía ya era mundialmente conocida, había sido tres veces candidata al Nobel de la paz y se la reclamaba en países como Ghana, donde pensaba marcharse a formar maestros poco antes de morir.

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