Los festivales de Navidad o de fin de curso son, en general, emocionantes. Ese momento en el que aparece nuestro hijo o hija, también emocionados (aunque dudo que tanto como los padres), cantando, bailando, tocando un instrumento, nadando o haciendo lo que hacen en las actividades en la escuela o fuera de ella, supone uno de los instantes álgidos de toda paternidad. Han valido la pena los esfuerzos económicos y de logística realizados durante los meses previos: los niños, junto a sus compañeros, cantan, bailan o nadan estupendamente y son felices. Y los padres, también.
Sin embargo, hay algunos peros en la dinámica de este tipo de eventos. El más inmediato: los padres asistentes. Progenitores que, en ocasiones, con el apoyo de abuelos y otros familiares cercanos, saludan a sus retoños en plena actuación, hablan en voz alta entre ellos en plena actuación y, por supuesto, filman o fotografían en plena actuación.
Es sabido que los festivales suelen ser largos y, el momento en el que aparecen los protagonistas, corto, en comparación con la larga espera sentados en sillas bastante incómodas. Pero ello no exime de ciertas actitudes poco ejemplares. Poco puede hacerse ante los que no callan, además de tener paciencia y emitir un ¡sshhh! de tanto en tanto. Como comentaba Carles Capdevila en el programa ‘Hoy por Hoy’, hablando sobre los festivales de fin de curso, en este caso, son los padres quienes deben educarse.
Otro aspecto importantísimo de este tipo de actos son las imágenes: en una era en la que casi todo se inmortaliza y difunde, con herramientas cada vez más sofisticadas, los festivales infantiles son objeto de una cobertura mediática exhaustiva. Padres y madres se convierten en fotorreporteros o paparazzi, un rol que algunos ejercen con gusto y otros, con dudas. Entre estas últimas destacan:
– La duda de si es mejor filmar/fotografiar o mirar (es la duda principal, porque la atención se desvía; hay que controlar lo que se graba y cómo se graba).
– Si se opta por fotografiar/filmar surge otra duda: ¿se estará grabando todo correctamente? (a menudo, no es así)
– También puede aparecer la duda sobre dónde colocar la cámara o el móvil: ¿Filmo sentada? ¿Me pongo de pie en el pasillo? ¿Levanto la cámara o el móvil desde el asiento?…
– Algunos padres no dudan en levantar la cámara o el móvil desde el asiento e incluso, incorporarse ellos también… Ello provoca otra duda: ¿cómo decirle al padre o madre fotorreportero/a, que tapa completamente mi visión, que se siente, sin crear un pequeño conflicto diplomático?
En Estados Unidos y en Inglaterra estas dudas están dejando de existir porque cada vez más comunes las escuelas que prohiben filmar o retratar a los niños durante los eventos escolares abiertos a los padres.
Las razones no están relacionadas con situaciones como las mencionadas anteriormente, sino con la protección de la privacidad de los menores y la preocupación por el mal uso de las imágenes de éstos.
Lo cierto es que, como explicaba Josie Appleton en este artículo en ‘The Guardian’, el tema es polémico: todavía más si algunas escuelas que prohiben las filmaciones venden después los dvds del evento a 15€ . «Hace diez años, nadie se lo pensaba dos veces antes de fotografiar a los niños en el campo de fútbol. Ahora, cualquier ‘click’ es sospechoso de malas intenciones. ¿Quién fotografía a ese niño y por qué? ¿Qué van a hacer con la foto? El epítome de la inocencia: padres grabando la obra de teatro de Navidad, se ha convertido en motivo de una regulación muy estricta». Appleton cuenta cómo en algunas escuelas los padres han de rellenar hasta tres formularios para conseguir una «acreditación» para fotografiar (exclusivamente) a sus hijos.
La periodista menciona también las recomendaciones de la organización inglesa Child Protection in Sport Unit (dedicada a proteger a los niños que practican deportes en edad escolar, un campo proclive al abuso sexual infantil). Entre otras cosas, en competiciones de natación, se recomienda fotografiar a los niños en bañador «únicamente de cintura u hombros para arriba».
¿Exageración? ¿Paranoia? ¿Prevención?
Appleton lo tiene claro: para ella, la proliferación de este tipo de prohibiciones no es realmente una respuesta a los presuntos pedófilos que podrían estar acechando a nuestros hijos durante las fiestas escolares. Es, en cambio, «un reflejo de la contaminación de las relaciones cotidianas entre niños y adultos» y de la actual aceptación, como señala el autor infantil Philip Pullman, de que «la actitud normal de un ser humano hacia otro es la de depredación y no de bondad»
La periodista concluye que ninguna de estas restricciones va a lograr detener que un pedófilo consiga imágenes de niños (además, señala, podría, fácilmente, adquirir el dvd en venta por 15€). No es quien realiza los abusos desonestos a quien le perjudican estas normas, sino a los padres, que pierden la oportunidad de registrar estos pequeños hitos en la vida de sus hijos: las fotografías validan las experiencias y logros de los niños y, también, de sus compañeros.//