LOTTIE VERSUS BARBIE

En ‘The Guardian’, Rebecca Atkinson publica un clásico artículo pre-Navideño, Why I won’t be buying my daughter a Barbie at Christmas  (Porqué no voy a comprarle a mi hija una Barbie por Navidad), que no por clásico deja de ser interesante. El tema: el dilema, por el cual han pasado muchas madres, de regalarle o no una Barbie a la niña.

Atkinson recuerda cómo, de pequeña, a ella NO le compraron una Barbie, aunque la deseaba desesperadamente. Sus padres no le dieron explicaciones  de su negativa, así que tardó unos años en entender que  consideraban que esta famosísima muñeca invitaba a la tipificación y al sexismo. Mientras tanto, con su semanada, Atkinson compró, de escondidas, una Barbie (sin pelo y con sólo una pierna) en una de esas tiendas de segunda mano que tanto abundan en Inglaterra, y pasó muchas horas  felices jugando con ella.

Ahora, décadas después, su hija quiere una Barbie y Atkinson, aunque la entiende muy bien (porque ella también quería una Barbie, por encima de todas las cosas), tiene dudas.

Y estas dudas se acentúan cuando, finalmente, como adulta, se reencuentra con la muñeca. «En muchos aspectos, es la misma. Mientras que yo he envejecido y he tenido dos hijos, ella se mantiene rubia, delgada y con los ojos brillantes», escribe. «La niña que  hay en mi aún puede verle el atractivo: el pelo lustroso, los conjuntos llamativos, el glamour. De niña, no se percibe la sexualización. Sólo se ven una muñeca y cosas monas. Entiendo porqué mi hija la quiere pero, también, porqué mis padres no: el cuerpo ideal e imposible, el rostro atontado y pasivo, los pies, permanentemente de puntillas».

Pero, pese a este primera impresión, crítica, Atkinson argumenta que ella jugó con Barbies y no acabó como una bailarina de strip-tease, así que es muy posible que a su hija le suceda lo mismo. Tras conversar con algunas amigas en el mismo brete, se anima y se va a comprar la muñeca. Es entonces cuando descubre, horrorizada, que el mundo de la Barbie del siglo XXI es rosa y brillante e implica faldas microscópicas y tacones muy altos. En su versión menos agresiva, implica princesas y hadas, también con tacones muy altos y de color rosa. En su versión on-line donde, ya desesperada, busca las cada vez más ‘rara avis’ Barbies profesionales (Barbie doctora, veterinaria, paleontóloga, bombera….), se da cuenta que la muñeca que quiere su hija puede trabajar, sí, pero jamás llevando un zapato plano o un pantalón cómodo. La Barbie policía, por ejemplo, luce una ajustada falda lápiz y una blusa escotada, mientras que la  bombera lleva una chaqueta de PVC rojo, unos pantalones azules brillantes y unos zapatos con altísimas plataformas.

Se acabó. No se compra ni una Barbie.

Y aquí Atkinson encuentra una alternativa: Lottie.  Una muñeca para niñas de 3 a 9 años que ha sido lanzada al mercado hace algo más de un año y que, como se informa en su página web; «Desde su debut, ha recibido 12 premios en Estados Unidos y en el Reino Unido, con una cobertura de prensa a nivel internacional y críticas positivas en blogs de padres».

Lottie, sigue contando la web, es una muñeca diferente porque… «tiene el cuerpo de una niña: no está maquillada, no lleva joyas o tacones y se mantiene de pie (siempre útil para las niñas, tanto grandes como pequeñas)»

«Su deseo», añade el texto de la web, «es que las niñas sean niñas, haciendo las actividades que una niña haría, no creciendo muy rápido»

La muñeca es el fruto de un exhaustivo proceso de Investigación y Desarrollo llevado a cabo «con niñas, padres, minoristas, expertos en la industria, psicólogos infantiles y expertos en nutrición infantil».

Este ‘brainstorming’ tuvo tres puntos concluyentes, bastante terroríficos:

•    Las niñas se preocupan por su imagen corporal desde una edad temprana.
•    Las niñas adquieren el sentido de la sexualidad prematuramente.
•    Las niñas pierden su infancia.

Para contrarrestar estas conclusiones, Lottie se diseñó basándose en las proporciones de una niña de 9 años, a excepción de su cabeza («que se ha incrementado para que sea más fácil el manejo del pelo»). La muñeca, añaden sus artífices, «no lleva bisutería, maquillaje, tacones o tatuajes. Se puede mantener de pie». Además, «la ropa de Lottie™ permite la interacción, simulando la ropa de una niña de 9 años, más que la de un adulto. También lleva vestidos femeninos, así como ropa resistente para jugar en el jardín al aire libre. Lottie™», concluye «permite a las niñas que sean niñas y que disfruten de su niñez en todas sus facetas». ¡Larga vida a Lottie!

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