¿FUTUROS GENIOS O NIÑOS AGOBIADOS?

Estimulacion precoz

La estimulación precoz empieza a estar de moda en España. Cada vez son más los padres que quieren que sus hijos aprendan cuanto antes a leer, a sumar o a reconocer un cuadro de Van Gogh y cada vez son más los centros que ofrecen este tipo de actividades desde edades muy tempranas. Pero, esta práctica ¿crea niños más listos o más estresados? Por Eva Millet.

Publicado en MAGAZINE, LA VANGUARDIA – enero 2006 – ver pdf original: ESTIMULACION PRECOZ

El bebé de cuatro meses no parece muy impresionado ante la mirada fiera del retrato de Enrique VIII que su madre sostiene frente a él. La obra de Hans Holbein forma parte, junto a otros famosos cuadros (David Hockney, Van Gogh…), de un juego de bits utilizados en un taller de estimulación precoz del Colegio Monsterrat, de Barcelona.

Cerca del primer bebé, otro niño de pocos meses observa impertérrito la efigie de un faraón egipcio. Un tercero mira una palabra escrita en grandes letras sobre una cartulina rectangular. ¿Les enseñan a leer incluso antes de que empiecen a gatear? “No”, responde la madre superiora Montserrat del Pozo, directora del colegio, “la palabra es lo de menos: lo que es útil es el estímulo del negro sobre el blanco”.

Los bits de inteligencia o bits enciclopédicos son uno de los métodos más extendidos en el campo de la estimulación precoz. Aunque el pedagogo norteamericano Glen Doman empezó a utilizarlos para ayudar a niños con problemas de aprendizaje, hoy se utilizan hasta con bebés de pocas semanas. “Son fuentes de información catalogadas por temas que ya desde que nace casi, se les pasan al niño bien deprisa, de atrás hacia adelante”, explica la madre Montserrat. De este modo el niño “asimila información casi sin notarlo, jugando”. Puede ver cien al día.

 No es momento de bits en la clase que se realiza en un aula cercana, donde los ocho niños que allí están son algo más mayores (rozan o superan el año). Junto a sus madres y una psicóloga van a efectuar un programa de música y psicomotricidad. En la sala, amplia, impoluta y bien iluminada, apenas hay juguetes. Asemeja más un gimnasio (hay anillas, escaleras colgantes, un columpio, colchonetas…) que otra cosa. El primer ejercicio consiste en dar de palmas acompañando una melodía folk y contar hasta ocho (cosa que ningún niño hace). Después, se trabajan los conceptos de dentro y fuera con madres e hijos formando un corro y yendo para dentro y para afuera repetidas veces. Algún crío llora y trata de escapar. Otro, lo que quiere es bailar. “¡Campeones, campeones!”, les animan cuando acaba la actividad. “Una de las cosas que se consigue con este programa es autonomía”, explica la directora. “Y se potencia una buena lateralización: todos son ejercicios preventivos para conseguir una buena coordinación de trazo”.

 Llega la hora de la voltereta, un ejercicio que pertenece a la categoría de los vestibulares (que estimulan el equilibiro). Consiste en que el niño franquee un rulo de plástico de considerable tamaño en proporción al suyo mediante la clásica voltereta. “Esto es un premio para ellos; lo hacen sin problemas”, apunta una pedagoga. Aunque la mayoría se lanza, ayudados por sus madres, una vocecita firme repite “¡No!”, varias veces.

 “Los niños bien trabajados a nivel vestibular no se marean nunca”, continúa la madre Monsterrat, “A los dos años ya pueden esquiar y hay padres que los han llevado a la montaña rusa sin problemas”. La religiosa añade que, si en un futuro practican el puenting, tampoco se marearán.

 Tras realizar algunas “croquetas” sobre la colchoneta, la clase acaba con un ejercicio de relajación. El folk se sustituye por una música suave y los niños observan estirados el ir y venir de una sábana blanca salpicada de estrellas que un par de madres hacen cimbrear sobre sus cabezas. “Pasar de estados de carrera, eufóricos, a estados de tranquilidad supone un control muy fuerte”, observa orgullosa la directora.

 El colegio Montserrat no es el único centro en España que incluye este tipo de actividades en su currículo tanto escolar como extraescolar. En Madrid, el colegio Internacional Nuevo Centro (cuyo objetivo “es forjar alumnos sumamente cualificados y capacitados para alcanzar el triunfo personal y laboral”), apuesta por el inglés, el alemán y la informática desde los tres años e imparte un máster empresarial a partir de sexto de Primaria (11 años). En Valencia, el Iale School viene impartiendo la estimulación precoz desde hace más de una década, cuando su equipo docente, liderado por su directora, doña Marisa Marín, conoció el Centro para el desarrollo de la Inteligencia de Glen Doman, en Philadelphia. Inspirados por el lugar (donde Marín recuerda haber visto a un niño de dos años “correr durante un quilómetro seguido sin cansarse”), crearon el Iale Bebé, donde acuden niños a partir de los cuatro meses. Sin embargo, Marín aclara (como muchas personas que imparten la estimulación precoz), que éste no es el adjetivo adecuado para describirla: “Es estimulación temprana, porque potencia la inteligencia a través del movimiento y los sentidos”, explica, “La precoz es la que se aplica a los niños  con algún tipo de lesión”.

 Para la maestra, este método da “resultados sensacionales si se aplica bien: los niños ya leen palabras a los tres años y están preparados para asimilar todo lo que se les quiere enseñar”. Sin embargo puntualiza que “No se trata de crear genios ni superdotados, sino niños independientes y felices”.

 La estimulación precoz o temprana requiere el compromiso de los padres, ya que muchos de los ejercicios suponen llevarse deberes a casa. Los bits, por ejemplo, también se pasan en el hogar (hay incluso programas informáticos). “Requieren de mucho material y de una técnica que hay que conocer”, explica Marisa Marín, quien es de la opinión que, especialmente con bebés, “También hay que saber parar, dejarlos con las ganas de ver más. Hacer, por ejemplo, diez sesiones de cuatro minutos a lo largo del día”.

 Kumon, un método japonés concebido para reforzar o prevenir problemas con las matemáticas, implica, además de las clases, una sesión diaria de ejercicios en casa (vacaciones y fines de semana incluidos), durante diez o quince minutos. El método, personalizado, puede iniciarse a partir de los dos años.

 Inglés desde el año y otros idiomas, como el alemán y el chino (que viene fuerte) también desde edades muy tempranas; lectura y escritura, matemáticas, informática, violín, ajedrez y hasta química antes de que cumplan los cuatro son algunas de las actividades que se imparten en las guarderías y los colegios que han tomado la estimulación temprana como guía.

 Este tema, que en España empieza a ser familiar, lleva años aplicándose en otros países como Estados Unidos e Inglaterra, donde lleva tiempo generando debate. Mientras que los pro estimulación precoz aseguran que el niño estimulado aprende más rápido y que si no se le estimula será un niño “infradotado”; los anti consideran que poner a un pequeño tanta presión escolar tan pronto consigue, más que genios, críos estresados que se sienten fracasados tempranamente. Un estudio (“Educación y clase media”) llevado a cabo en el Reino Unido en 2003 ilustra esta última información. La muestra, que siguió a 350 estudiantes de colegios de élite durante su vida escolar, concluyó que “los padres y los centros que ponen tanta presión en los estudiantes para que triunfen hacen que éstos, en su mayoría, crezcan sintiéndose fracasados”. El estudio también observó que la presión hace que “la educación se convierta en una experiencia desgradable”.

 El término “pushy parents” (padres avasalladores) es ya común en el idioma inglés, pero las madres del taller de padres del colegio Montserrat no creen que esta definición pueda aplicarse a ellas: “Yo hago esto para que mi hijo tenga todo tipo de oportunidades”, afirma una, refiriéndose a su bebé de siete meses. “No se estresan”, asegura otra, quien puntualiza que ella “empezó tarde: a los seis meses”. “No los forzamos a nada. A estas edades todo son estímulos, pero venir aquí es dárselos de forma más ordenada”, añade una tercera, cuyo bebé debutó en el taller de padres cuando era casi un recién nacido.

 Que hay que empezar cuanto antes, que hay poco tiempo para desarrollar el cerebro y que el aprendizaje en estos primeros años es como una carrera a toda velocidad es el punto de partida entre los partidarios de la estimulación precoz. “Estamos convencidos que el fracaso escolar radica en la enseñanza infantil, por lo que una estimulación adecuada es fundamental para tener bien puestas las bases del aprendizaje. Todo niño es un genio en potencia y nosotros y los padres vamos a participar en su desarrollo”, asegura la directora del colegio Montserrat.

 Pero ¿es necesaria tanta prisa? y ¿qué tipo de estimulación debe hacerse?: ¿Bits enciclopédicos o un cubo y una pala?, ¿fichas de lectura sobre genios de la humanidad a partir de los dos años o “La caperucita Roja”? Como explica Josefina Aldecoa, escritora y directora del colegio Estilo de Madrid desde hace 46 años, todo depende de los padres. “A nuestra escuela vienen un tipo de padres que no pretenden que precozmente se enseñe al niño nada que no sea natural, que no le convenga a su desarrollo normal”, dice. En su opinión, todas esas técnicas precoces no conducen a nada, porque a los dos años no hay que pretender que un niño aprenda a contar (algo que, por otro lado, puede hacer de un modo espontáneo cuando su madre le canta los “Cinco lobitos”). “A estas edades todo lo que no se haga como un juego, no funciona: un aprendizaje sistemático ni es necesario, ni es interesante, ni corre prisa”. Aldecoa recuerda que no hay que olvidar el interés del propio niño “Quien no tiene prisa ninguna por leer o a escribir hasta que empieza a tener verdadera madurez para ello, lo que suele ocurrir a partir de los seis años: entonces, aprende en quince días, porque es el momento”.

 La maestra coincide con aquellos pedagogos y psicólogos que consideran que tantas expectativas pueden llevar a una frustración temprana: “Es de sentido común. El niño desde que nace está respirando todo: lo intelectual, lo sensorial… No hay porqué adelantar desde el punto de vista del desarrollo intelectual organizado. A los niños hay que dejarles que vivan cada etapa como es, como la piden ellos, pero sin pretender, por listos que sean, empezar a darles conocimientos ya más complicados”. Aldecoa añade incluso que, cuanto más inteligente es el niño, menos hay que forzarle: “A un niño superdotado (que habla antes que nadie, que lo ve todo…) es al que menos hay que presionarle. Al que sí hay que estar estimulándolo constantemente es al que tiene alguna deficiencia o retraso o torpeza”.

 El auge que este tipo de educación está experimentando tiene también mucho que ver con la sociedad actual, muy competitiva, y con la falta de tiempo de padres y madres, un factor que hace que se delegue en el colegio gran parte de las actividades extraescolares. Ana, por ejemplo, apuntó a su hijo de tres años a Kumon para que hiciera algo más variado de cinco a seis de la tarde, cuando todavía ha de permanecer en la escuela. En respuesta a esta demanda, cada vez son más los colegios que ofrecen servicios extraescolares de este tipo durante más horas, algo que Josefina Aldecoa ve contraproducente: “La jornada escolar es lo suficientemente larga como para poner horas extra cuando son tan pequeños. A los quince años no tiene nada que ver, pero cuando un niño es niño necesita tiempo para el hogar, para jugar y para estar tranquilo. Con tantas actividades se convierte en un trabajador que acaba agotado”//

El modelo Finlandés.

 Este país nórdico encabeza el prestigioso informe Pisa de educación desde hace más de una década. Entre otras cosas, los escolares finlandeses son los mejores del mundo en lectura y escritura, y eso que aprenden a leer a los siete años, edad en la que inician la escuela.

 ¿Qué se hace con los niños hasta entonces? El psicólogo y pedagogo Xavier Mergalejo, quien ha hecho su tesis doctoral sobre el sistema educativo finlandés, explica que allí “los niños son considerados como un tesoro y así se cuidan durante esos primeros años de vida”. Gracias a las ayudas gubernamentales la armonización enre la vida laboral y familiar es posible, y más de la mitad pasan esos primeros años en sus casas, con su familia o con “cuidadoras” a cargo del estado. Mergalejo revela que en todos los países nórdicos, aquellos niños que pasan más tiempo en casa obtienen mayor competencia lectora. Y es que allí la familia se considera la principal responsable de la educación de sus hijos.

 Aquellos que van a la guardería reciben estimulación, “pero basada en el juego. En Finlandia no han oído hablar de Kumon… También hay un trabajo importante de psicomotricidad y, sobretodo, de socialización: se intenta que los niños tomen conciencia de los otros, que se sientan queridos y se acepten a ellos mismos. En estas edades los profesores (un colectivo muy valorado socialmente) son gente muy empática, que conecta muy bien emocionalmente ellos”.

Por otro lado, Mergalejo destaca la extraordinaria labor sanitaria que realiza el gobierno finlandés durante los primeros siete años de vida: la detección precoz de problemas como la hiperactividad es común. Así, los niños entran en el colegio escudados por un trabajo sanitario y emocional muy fuerte, “Están listos para que se les exija, cosa que se hace” explica el pedagogo y también director del colegio Claret, de Barcelona, quien aunque es partidario de “Un trabajo bien hecho de estimulación precoz”, confiesa que cuando se analiza lo que se hace en los países nórdicos “hay algo que no cuadra”//.

¿POSITIVO O AVASALLADOR?

Tras definirse como una ex-madre avasalladora, la periodista inglesa Cassandra Jardine ha publicado un libro (“Positive, not Pushy”) en el que trata de dar las claves para tratar de estimular el potencial de los hijos de forma positiva.

–       Alabar los esfuerzos, no los resultados. No hay que esperar que tu hijo sea el mejor.

–       No ser impaciente ni tener prisa con un niño: ellos progresarán a su ritmo.

–       A la hora de medir las habilidades de tu hijo, observar qué hacen los otros niños.

–       Cuestionar los motivos por los que se le apunta a una actividad: ¿se hace para suplir una frustración del padre o la madre? Incentivar, en cambio, las actividades que ellos quieren hacer.

–       No apuntarles a demasiadas cosas a la vez: es difícil que todas le motiven.

–       No esperar que le sea dado un trato especial por parte de profesores o entrenadores, ni cuestionar su trabajo: ellos son los expertos.

–       No fanfarronear de los progresos o actividades de los hijos.

 

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