Esta es la pregunta que me formuló la periodista de El País, Ana Pantaleoni, para una crónica que se publicó hace unos días. Antes de seguir con el tema, refresquemos que es la geolocalización: algo que antes del advenimiento de los móviles solo podían hacer los servicios de espionaje y el ejército.
Según Google, la «geolocalización móvil» es: «La capacidad de determinar la ubicación física de un dispositivo móvil, como un teléfono inteligente o una tablet». Se lleva a cabo utilizando «señales de GPS, Wi-fi o redes móviles». Básicamente, significa saber, en tiempo real, el paradero de una persona. Representa el sueño de cualquier padre o madre deseosos de controlar los movimientos de sus hijos: gracias a las nuevas tecnologías los progenitores helicóptero se convierten en progenitores dron.
Cuando Ana Pantaleoni me preguntó si conviene geolocalizar a un adolescente (porque se supone que, afortunadamente, los niños no tienen móvil ni todavía salen de parranda hasta las tantas), mi respuesta fue rotunda: No.
¿Por qué lo tengo tan claro?
Pues, porque, primero, para mí educar es dejar ir, dándoles a los hijos herramientas de vida y conocimientos para adquirir autonomía. Y la adolescencia es un punto de inflexión de este proceso: los hijos empiezan a buscar la autonomía y la independencia de los padres: quieren probar, arriesgar, equivocarse y aprender.
Es una etapa que hay que supervisar, por supuesto, pero con confianza en ellos: ya son mayorcitos. Ya saben cruzar la calle, vaya. Ya saben volver solos del colegio. Y si la «supervisión» durante esta etapa incluye el control —porque es un control, un espionaje, casi—, de sus movimientos mediante un programa de geolocalización… no vamos bien. ¡Geolocalizar significa saber que está haciendo tu hijo, 24/7! Y para mí, eso es una intromisión a su privacidad. ¿Te imaginas que tu marido o tu esposa te geolocalicen? ¿O qué te espíen con otras herramientas sofisticadas, que permiten ver el contenido de tu móvil y de sus mensajes e, incluso, escuchar sus conversaciones?
En mi opinión todo ello indica falta de confianza y un control excesivo.

Además, ¿de qué sirve geolocalizar? Recuerdo, en una charla que di en una escuela, a una madre de adolescentes que me comentaba que, cuando tuvo la tecnología al alcance, «geolocalizó» a sus hijos. Contó que cuando estos salían, se despertaba en mitad de la noche, encendía el programa y veía que el hijo o la hija estaban en la discoteca, en tal lugar. El saber dónde estaban, dijo, no le servía de nada: solo para angustiarse, sentir ansiedad por lo que podría pasar y no dormir. Al final, decidió eliminar el programa de su móvil.
En mi opinión, es mucho más saludable acordar una hora de llegada con los hijos, confiar en ellos, acostarse y descansar. Ejercer de padres dron es contraproducente, en especial, en un momento como la adolescencia, fundamental para que los hijos consigan la autonomía: el saber valerse por sí mismos, que debería ser uno de los principales objetivos de la educación parental.
En la crónica de El País, se entrevista a otro periodista/padre que está a favor de geolocalizar: dice que como fan «de la serie 24, con la hija de Jack Bauer secuestrada constantemente» está totalmente a favor de lo que describe como «un recurso». No he visto la serie 24, pero entiendo que hay una hija adolescente que se escapa de casa y es secuestrada. Por fortuna, estas dramáticas situaciones de la ficción televisiva no suelen ser habituales en la vida real. Además, imagino que, si alguien te secuestra, lo primero que hacen es quitarte el móvil.
Creo que criar con miedo es contraproducente: es mejor marcar límites y confiar en los hijos. Los móviles sirven para avisar si se quedan en casa de un amigo a dormir o si ocurre algo grave, pero no para espiar (porque geolocalizar es espiar) a los hijos.
Además, como también cuenta otro testimonio de la crónica, geolocalizar de esta manera no tiene mucho sentido, porque son sus hijas las que deciden activarlo y desactivar el programa en función de su situación o si se encuentran de viaje. “Lo usan en momentos concretos, en entornos que puedan considerar de mayor riesgo, comparten su ubicación con su grupo de amigos para sentirse más protegidas”, explica el padre.
Para esto, estas aplicaciones pueden tener su utilidad. Aunque lo ideal sería educar para evitar situaciones de riesgo: más que tener un padre o madre controlando desde la distancia (a veces, sin que ellos lo sepan), enseñarles a ser responsables de sus propios actos; lo que les puede resultar muy útil para la vida.//

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