Hace unos días, una maestra de Parvulario comentaba que cada vez hay más niños que van al colegio vestidos como les da la gana: disfrazados de princesas o de Darth Vader, en pijama, calzando zapatos diferentes, con el bañador puesto en noviembre, etc.
Este nuevo look infantil, basado en unos conjuntos tan anárquicos que hasta la mismísima Vivianne Westwood, reina de la moda punk, envidiaría, es el resultado de una tendencia cada vez más habitual: que los niños, ya desde muy pequeños, elijan qué ropa ponerse.
Esta opción, que decidan ellos su atuendo diario, es un ejemplo anecdótico que forma parte de la tendencia de educar a los niños «en la libertad», pilar de un modelo familiar cada vez más habitual en los últimos años, el llamado Democrático/Permisivo (o también, Indulgente/Permisivo).
Este tipo de familia se caracteriza por la ausencia de jerarquías: progenitores e hijos son iguales, colegas, amigos, y por lo tanto, los padres no son quienes para mandarles nada a los hijos. En el modelo Permisivo la norma es que nada se impone y, en consecuencia, los niños, por ejemplo, son los que eligen lo que se ponen cada mañana o escogen cuándo y donde van a dormir. Esta es una de las bases del colecho, la práctica, también cada vez más extendida, de compartir la cama padres e hijos y uno de los pilares de la llamada crianza natural o «crianza respetuosa», que a menudo salpimenta este citado modelo familiar. En el colecho son los niños, no los padres, los que deciden cuando abandonar el lecho parental y pasar a su propia habitación (decisión que puede tardar años en llegar).
EL BEBÉ DECIDE
En la alimentación, otro factor clave en el buen desarrollo del niño, también se está introduciendo la tendencia de que sean los niños los que escojan. La lactancia prolongada a demanda es un primero ejemplo: bien pasados los meses iniciales —en los que la demanda sí está recomendada por los pediatras—, los reyes de la casa siguen decidiendo, ellos, cuándo quieren la toma.
Ahora, la última moda en esta libertad de elegir se traslada al momento de la introducción de las papillas: el llamado baby lead weaning (o «destete dirigido por el niño«), está causando furor en círculos alternativos.
Como se describe en este video, se trata de un «método más libre», en el que los bebés deciden cuánto y cómo comen. Consiste en «sustituir las papillas y cucharas por alimentos blandos, cogidos con la mano», para que «aún sin dientes, el bebé toque, elija y decida si se lo come».
TAMBIÉN LA ESCUELA
Más adelante, siempre dentro de esta tendencia, a lo niños se les preguntará qué es lo quieren aprender: el mantra de las llamadas ‘escuelas libres‘ es que es el niño quien dirige su aprendizaje, no el maestro. Este no puede imponerle nada que no surja del propio interés del niño, ¡faltaría más!
En ocasiones también se hace responsables a los niños de decidir, incluso a edades muy tempranas, a qué colegio quieren ir. Hace poco me escribió una persona que quería trasladarse a Barcelona, preguntándome sobre escuelas alternativas en esta ciudad para su hija de 5 años. Me comentaba que, una vez la cría alcance lo 8 años: «Hablaremos con ella para ver si fuera mejor ponerla en el sistema regular«. Es decir, a los 8 años la niña decidirá si quiere ir a una escuela u otra.
Este último ejemplo me parecía bastante extremo hasta que, hace unos días, en una charla sobre hiperpadres que di en una pequeña ciudad cercana a Barcelona, una maestra me contó de una familia donde son los hijos, a los tres años, quienes escogen a qué escuela van a ir. Tienen tres críos y cada uno va a un centro distinto, lo que hace que la madre vaya, literalmente, de cabeza.
Pero claro, los niños, han escogido. Han sido respetados.
Acribillar de preguntas a los hijos sobre temas que nos competen a los padres es otra de las características del modelo Democrático/Permisivo, que considera totalmente inapropiado el dar instrucciones, aunque sean de aspectos tan prácticos como: «A dormir», «a comer», «a bañarse», «ponte el abrigo» e incluso: «Tienes fiebre, hay que tomarse esta medicina». Ya traté este tema en otro post de este blog, Demasiadas preguntas, pero no está de más refrescarlo, porque cada vez es más habitual preguntarles todo, todo, a los hijos, incluyendo cosas que ellos no están capacitados para decidir (yo he oído, lo juro, a una mamá preguntarle a un niño de tres años, que se encontraba mal, si quería tomar ibuprofeno, como si aquella decisión le correspondiera a él).
Los padres, creo que cada vez más confundidos, nos estamos olvidando que nosotros somos los adultos y que nuestros hijos, sí, son listísimos, pero no están capacitados para decidir cosas tan fundamentales como su alimentación, la medicina que tienen que tomar, las horas que tienen que dormir, la rutina de su higiene o la escuela a la que van a ir. No les corresponde a ellos esta responsabilidad, sino a nosotros. Creo que se les hace una mala pasada responsabilizándolos tan precozmente de aspectos clave en su vida, sobre los que todavía no tienen las herramientas para decidir.
Pero esta tendencia avanza, imparable, especialmente en este modelo familiar Democrático/Permisivo que es, junto al Hiperprotector, el modelo en boga en Occidente.
Se describe muy bien en el libro Modelos de familia (editorial Herder), de los psicólogos Giorgio Nardone, Emanuela Gianotti y Rita Rocchi. En estas familias, explican: «Las cosas se hacen por convencimiento y consenso y no por imposición». «No prevén que las reglas sean impuestas con firmeza y tampoco prevén sanciones» y «todos los componentes de la familia tienen los mismos derechos». Utilizando una analogía con el gobierno de un país: «Estas familias admiten a los hijos en el parlamento como si ya fuesen adultos maduros y responsables», ejemplifican estos expertos.
A muchos quizás esta descripción les suene idílica pero, no se precipiten, los expertos añaden otras cosas. Dándoles tanto poder desde pequeñitos y evitando ponerles ni una sola norma: «Los niños se convierten en dominantes y los padres sufren sus deseos y caprichos». Se transforman, aseguran; «en pequeños tiranos». «Con la mejor intención —en este caso, la salvaguardia de la democracia—, se produce una consecuencia opuesta», concluyen.
AUSENCIA DE CONSIGNAS
Y es que con tantas opciones de escoger desde tan pequeños, con tantas preguntas (¿Qué quieres ponerte?, ¿qué quieres hacer hoy?…) y sin los tan necesarios límites, lo que se está haciendo es criar a los hijos con ausencia de consignas, que son fundamentales. Se está exagerando hasta puntos absurdos la libertad de elección de los hijos, olvidándose de darles orientaciones. Incluso en cosas que parecen anecdóticas, como qué ropa ponerse, los niños necesitan un orden y unas pautas.
Como me ratificaba el psicólogo Ángel Peralbo, los pactos han de llegar más tarde, no a los tres años: «Nos encontramos a padres que han empezado a pactar con sus hijos cuando son muy pequeños y lo que en realidad han aprendido los hijos es a no tener ni un límite». Entonces, cuando llega a la adolescencia, esa edad en la que creen «que lo pueden conseguir todo y que todo lo quieren YA… ¡Ve a decirle tu que no!», explica Peralbo, que es director del Área de Adolescentes del Centro de Psicología Álava Reyes.
Peralbo, especializado en terapias familiares, añade que: «Los niños que todavía no se han formado, que no tienen criterio, tienen que irlo desarrollando, pero no pueden escogerlo todo». E irlo desarrollando no es hacer decidir al niño de todo precozmente. Somos los padres quienes hemos de irlos orientando con pautas, instrucciones —y, sí, alguna que otra orden, si se considera que el decirles a tus hijos que se vayan a dormir es una orden—. Pautas que a medida que crezcan y vayan madurando, serán cada vez menos necesarias.
El menú que escogerían, puestos a elegir…
Maribel Martínez, otra psicóloga especialista en terapia familiar consultada para este tema, me comenta que darle el poder de decisión a un crío, particularmente en algo tan importante como es la alimentación, es un grave error que puede derivar en trastornos y déficits alimentarios: «Porque le das la responsabilidad a un niño demasiado pequeño sobre su salud, que es un tema que el niño no tiene que gestionar». En opinión de esta profesional: «El introducir nuevos alimentos durante la crianza ya es una cuestión de por sí complicada para que ellos crean que pueden decidir lo que comer». Una cosa, comenta, es preguntarles, ya más mayorcitos, si quieren lenguado o merluza, manzana o pera, pero inundarlos de opciones desde que son muy pequeños o preguntarles si quieren una cosa u otra u otra por sistema, no funciona.
¿DIRIGIR SIN DIRIGIR?
Si el decirles a sus hijos pequeños lo que deben de comer o lo que deben ponerse les parece demasiado autoritario o sienten que están coartando su libertad de elección, pueden hacer lo que recomienda otra psicóloga barcelonesa, Júlia Pascual, que sabe que tanto el vestir como el comer pueden ser dos temas complicados: «En la cuestión de la ropa, si el niño se empeña en escoger él, lo que hay que hacer es instalar en los cajones a los que él llega la ropa que le va bien para la temporada y así elige, pero dentro de las opciones que los padres le damos» (Si el niño es complicado, Pascual sugiere poner tres opciones y punto). «Lo que hacemos», continúa, «es hacerle creer que elige, lo dirigimos sin dirigir, pero los padres controlamos siempre el ambiente y lo que va a hacer». En el tema del comer, Pascual tiene claro que «hay un menú y, como máximo, en ocasiones, pueden haber dos opciones, pero en casa ¡hay un menú!», reitera.
A los niños se les puede preguntar si quieren más o menos cantidad o si quieren repetir, pero el todo vale, el todo libre, el vosotros decidís/mandáis, simplemente, no funciona. Hay que ponerles límites que, no me canso de repetir —y me avalan muchos expertos— son, junto al amor, la herramienta básica de la educación.
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