“Los hijos con presión no tendrán una vida feliz”

Quien me contó esto es alguien que sabe mucho de niños: Rasmus Siversten, director noruego de cine de animación. Lo entrevisté para La Vanguardia con motivo del estreno de su última película, donde cuestiona las altas expectativas que hoy se ponen a los hijos. Os comparto el link de la entrevista y os la dejo, a continuación:

Hedvig tiene once años y es una niña muy corriente: no brilla ni en clase ni en el deporte y lo que más le gusta son los videojuegos. Sin embargo, su padre tiene unas altísimas expectativas sobre ella: Hedvig va a heredar su rol de “Súper León”, el paladín del pueblo, el superhéroe hiperactivo que salva a bebés y evita catástrofes. Una tarea que a Hedvig, algo torpe y perezosa, le va grande. Esta es la premisa con la que el noruego Rasmus A. Siversten ha escrito y dirigido la película de animación Una Familia de Superhéroes (que se estrenó el 16 de junio en España), premiada en varios festivales. Hablamos con él sobre las infancias actuales, las formas de narrar contemporáneas y los niveles de exigencia de los padres que, también en Noruega, pueden ser apabullantes para los hijos.

Esta es una película sobre la infancia y las altas expectativas de los padres. ¿Cómo fue la suya? ¿Qué le hizo convertirse en director de películas de animación?

Para mi fue algo natural, porque mi padre era dibujante: trabajaba en animación, en los 70 y los 80, hacía películas y cortos. Lo veía en casa, dibujando, había pilas de papeles por todas partes, y eso nos inspiró tanto a mí y a mi hermano, que empezamos a dibujar muy pronto. Sentí que ese era mi mundo. Recuerdo también perfectamente el impacto que me produjo un corto de Disney, de los años treinta, que se titula La caravana de Mickey. Es mi película favorita de dibujos animados. Esa fue la era dorada de la animación y se refleja en este corto, porque lo importante, el eje conductor, son los dibujos, no la historia ni el diálogo. Siempre que en mi estudio empezamos un nuevo proyecto pongo esa película, porque es un recordatorio de lo que es realmente la animación.

¿Ha dirigido más de diez películas infantiles: qué elementos incluye siempre?

Creo que cada película tiene que tener una escena de acción, algo que tenga mucha energía y velocidad y movimiento. Y eso lo incluyo siempre en mis películas; algo que, en algún punto, haga cabalgar.

Hedvig, la protgonista de UNA FAMILIA DE SUPERHÉROES es una niña muy corriente: no brilla ni en clase ni en el deporte. Sin embargo, su padre tiene unas altísimas expectativas sobre ella:

Con la influencia de los videojuegos y de las redes sociales, la velocidad narrativa se ha acrecentado, también en la literatura infantil: ¿La historia tiene que ser trepidante para captar la atención de los niños?

Sin duda, los tempos de edición hoy son más rápidos. Pero a mí esto me gusta, porqué tengo una capacidad de atención corta y me gusta que en las películas haya ese tipo de energía. Pero no creo sea esencial: si te fijas, las películas japonesas como las del Studio Ghibli (Mi vecino TotoroEl viaje de Chihiro, etc.) tienen unos ritmos bastante lentos. Yo creo que la clave no es el ritmo, sino la historia. Que te identifiques con los personajes y con sus emociones.

Pero lo que hoy domina, de forma rotunda, es el cine tipo Marvel, con una narrativa similar a la de los videojuegos…

Creo que hay un malentendido con esa idea de que los niños requieren todo a un ritmo rapidísimo. Me sorprendió, con mis propios hijos, que cuando eran niños buscaran películas más pausadas. Yo era el que les ponía cosas muy enérgicas (películas como Transformers, etc.) pero ellos buscaban algo más tranquilo. La verdad es que no creo que haya cambiado tanto la manera en la que los niños consumen lo audiovisual. Creo que si la película les engancha, tenga el ritmo que tenga, se sientan, la disfrutan y no se mueven.

«Incluso en Noruega hay padres helicóptero» dice Rasmus Siversten, director noruego de cine de animación

En su película, las presiones que reciben hoy los niños son el hilo conductor: la pobre Hedvig tiene tantas expectativas puestas sobre ella que está abrumada. ¿De dónde surge este dilema?

La inspiración fue mi propio hijo, que ya es mayor, y mi propia experiencia cuando era niño, porque sentía una cierta presión por triunfar. Pero eso se acrecentó con mi hijo, porque cuando iba al colegio descubrimos que tenía dislexia: y ver cómo quería ser como los demás y sacar buenas notas, pero que no podía, porque tenía este problema, fue muy duro. A raíz de eso empecé a documentarme y me di cuenta de que los niños hoy tienen mucha presión por parte de sus padres, quienes quieren que sean los mejores en los estudios, en el deporte… Leí mucho sobre esta presión y surgió esta película, que lo que dice es que los hijos no deberían vivir a través de las expectativas de nadie sino de las propias. Si no, no tendrán una vida feliz.

¿Incluso en Noruega hay padres helicóptero?

Creo que es diferente en cada familia y también, que las expectativas aumentan cuando van a secundaria y aparecen las notas y las redes sociales. Lo que sí descubrí al documentarme es que los adolescentes noruegos son más infelices ahora que hace veinte años. Hay un patrón claro: una presión que no existía antes. También lo ves entre los padres, presumiendo de sus hijos y de lo que hacen… Eso es algo que me sorprendió: ¿Por qué es tan importante? ¿Por qué no les dejas ser ellos mismos? En el fondo: ¿No es una cuestión de proyección de tus aspiraciones sobre ellos? Todo este énfasis que se pone en los hijos: ¿Es por los hijos o por los padres?

¿Y a qué conclusión llegó?

Antes de saber que mi hijo tenía dislexia yo era un poco así: constantemente le insistía en que lo hiciera mejor. Hasta que tuve que parar, dar un paso atrás, y tratar de entender qué le pasaba. Pero creo que para muchos padres es más fácil seguir adelante que contenerse y parar, para tratar de entender a su hijo.

¿Crecer con la idea de que uno es súper especial y está destinado a grandes cosas, como le ocurre a uno de los personajes de su película, puede ser contraproducente?

Creo que sí, esa es un poco la moral de mi historia: si pones demasiada presión a los hijos, estos van a ser infelices. Si el único afecto que les muestras es a través de este sistema de ganar y conseguir y triunfar… ¡Esta no es una manera sana de crecer! Aunque, al final, se trata de encontrar el equilibrio, porque si un hijo está muy interesado en el fútbol y tiene aptitudes, pues me parece muy bien promoverlo. Pero la pregunta sería: ¿Por quién hago esto, por mí o por mi hijo?

Algo sorprendente en su película es que el tiempo frente a la pantalla no se dibuja como algo terrible: de hecho, cuando la protagonista es más feliz es cuando juega en el ordenador, con su amigo. ¿Por qué tomó esta decisión?

Todos los padres que conozco hablan de sus hijos y las pantallas. Es un tema que resultará muy familiar, a padres e hijos, cuando vean la película: esta discusión constante sobre las pantallas. Yo también era muy reacio (desenchufaba el ordenador, como hace el padre de Hedvig en la película), hasta que entendí lo importante que son las pantallas para ellos y para su vida social: pueden estar todos juntos, un viernes por la noche, jugando, hablando de los puntos, etc. Es casi como una fiesta, un evento social. Así que dejé de ser tan estricto; me di cuenta que tenía que recalibrar las cosas y ser más tolerante.

Algo que llama la atención en la película es que el tiempo frente a la pantalla no se dibuja como algo terrible: de hecho, cuando la protagonista es más feliz es cuando juega en el ordenador, con su amigo. Por su experiencia como padre, el director cree que ha «recalibrado» su aversión inicial a las pantallas.

Hedvig, la protagonista, perdió a su madre. ¿Lo escribió así para seguir la larga tradición de personajes huérfanos que existe en la narrativa infantil?

Es verdad que la orfandad es un cliché, ha habido mucha discusión sobre este tema. Es un recurso narrativo fácil, que los padres del protagonista estén muertos… Pero aquí tiene sentido: Hedvig y su padre tienen que encontrar una manera de reconectar. Pero el padre, para lidiar con la muerte de su esposa, se ha convertido en un workaholic, en un símbolo de hombre exitoso, un superhéroe… Y no conectan, no hablan de lo que pasó.

Quentin Tarantino contó que la muerte de la madre de Bambi le traumatizó: ¿Qué opina de la tendencia de no ponerles a los niños películas ‘traumáticas’ o modificar (incluso, cancelar), los cuentos clásicos?

Es una pregunta difícil, pero hay que tener en cuenta que todo cambia, constantemente. Y no se puede esperar que las cosas sean como antes. Hay un nuevo movimiento que pide cambios porque, es verdad, la historia no siempre ha sido justa y es natural que haya esta discusión. Pero es difícil: ¿Cuánto cambio? ¿Cómo? La verdad es que no tengo respuesta, pero sí que es

Pero, ¿no es esta una forma de sobreproteger a los niños? De mostrarles un mundo en el que no existen ni los lobos, ni los huérfanos ni las madrastras…

Es verdad que los cuentos de hadas eran una buena manera de lidiar con los miedos y las ansiedades, porque te contaban historias duras, que te hacían poner en la piel del otro. Y sí, tiene razón, creo que a los niños hay que estimularlos, desafiarlos: ellos captan todo, son mucho más listos de lo que pensamos.// EVA MILLET

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Hola, soy eva millet

Soy barcelonesa, periodista y escritora, licenciada en Ciencias de la Información por la Universitat Autònoma de Barcelona.

A raíz del nacimiento de mis dos hijos, empecé a publicar sobre temas de crianza y puse en marcha www.educa2.info, blog especializado en noticias que ayudan a educar. Soy también autora de Hiperpaternidad, del modelo mueble al modelo altar (2016), Hiperniños (2018) y Niños, adolescentes y ansiedad (2019) y Madres Mamíferas (2023), todos publicados por Plataforma Editorial.