Este es el título de mi nuevo libro, que se publica esta semana, también en la editorial Plataforma. Surge a raíz de todo lo que he vivido desde que publiqué, en 2016, Hiperpaternidad, del modelo mueble al modelo altar, que despertó mucha atención mediática porque, básicamente, la hiperpaternidad está entre nosotros.
Desde entonces, no he parado. He seguido leyendo, escuchando y escribiendo sobre las características y consecuencias de esta crianza sobreprotectora e hiperasistida, en la que se rinde un verdadero culto a la descendencia, colocando al niño en un altar doméstico. Una crianza que, con la mejor de las intenciones, arrebata a los hijos algo tan fundamental como es la adquisición de la autonomía: los convierte en hiponiños.
También he participando en charlas en escuelas de toda España y en foros educativos, además de en entrevistas y reportajes, tanto de España como de Latinoamérica. A través de este blog he recibido montones de visitas y comentarios sobre el fenómeno de los hiperpadres, que me han sido de mucha utilidad.

He visto, en definitiva, como la hiperpaternidad continua avanzando y, también aquí, se cuela en lugares que antes significaban el paso a la vida adulta, como la universidad. Como adopta formas más alternativas —la cada vez más extendida «crianza de apego», a la que dedico un capítulo— y como afecta cada vez más a las familias. En especial, a las madres que practican esta crianza intensiva y que, curiosamente, tienden a sentirse más infelices cuando pasan tiempo con sus hijos; algo que se ha demostrado incluso académicamente.
El término se ha popularizado y la hiperpaternidad es cada vez más patente: tanto en las escuelas (el impacto en de los hiperpadres en las aulas se aborda en el libro); como en las consultas de los psicólogos, en el universo de las las redes sociales (el “sharenting” es una práctica cada vez más extendida y cuestionada) e, incluso, en la ficción televisiva: una madre híper protagoniza un episodio de la serie futurista Black Mirror, en Netflix, llamado Arkangel. La mujer decide instalar un chip en el cerebro de su hija que, conectado a un iPad, le permite ver y escuchar todo lo que la niña hace. Además, el implante le permite pixelar cualquier cosa que cause desazón a la niña, por lo que esta ni experimenta el miedo ni se frustra, que es uno de los grandes temores de los hiperpadres. Como pueden imaginarse, cuando la hija llega a la adolescencia, la cosa acaba mal.

Hola Eva!
Acabo de leer la introducción de “Hiperniños” y, literalmente, he llorado al comprobar que no estoy sola en el planeta “niño”. Verás: soy madre de dos hijos (casi 14 y casi 9 años) a los que hemos intentado (e intentamos) educar en el esfuerzo, en la humanidad, en la compasión, con educación y límites. Mi hijo mayor ha llegado a decirme “tú eres la madre del NO”, y cuando era pequeño quería cambiarse a la familia de un compañero de clase “al que se lo compraban todo” (también le pegaban bofetones…). Como madre, me encuentro en una especie de “isla desierta”, pero a ello se añaden dos circunstancias más: La primera es que soy propietaria de una pequeña escuela de inglés extraescolar para niños, con unos 300 alumnos. Cada día veo y oigo cosas que “me abren las carnes” y que superan todo lo imaginable. Mis informes están siempre en la línea diplomática (y nada sincera), dado que cuando he osado decir alguna verdad acerca de las aptitudes y/o actitudes de algún niño a sus padres “me ha caído la del pulpo”. Siempre, siempre, “mi hijo, no”. La segunda, y una gran novedad, ha sido introducirme este curso en el maravilloso mundo de las AMPA y de las comisiones de padres en una escuela en la que intentamos prestar nuestros servicios. Lo que estamos viendo y oyendo es de “aurora boreal”. A ratos, voy escribiendo las anécdotas de nuestro día a día para no olvidar ninguna de las que me parecen más increíbles. Si algún día quieres material para alguno de tus libros y/o artículos y/o blog, gustosamente te cedería lo que necesites. Sólo me queda felicitarte por “Hiperpaternidad” que ha sido, durante mucho tiempo, mi libro de cabecera, que leo y releo cuando creo que estoy sola en este mundo de madres y padres “mi-hijo-no” desconcertantes para mí. Espero que “Hiperniños” forme parte también de mi mesita de noche como libro de consulta continua. Toda mi admiración y un gran abrazo, Ana
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Hola Ana, primero de todo, muchas gracias por tu comentario tan generoso. Me alegro que te haya gustado el primer capítulo y espero que te guste el resto del libro; la verdad es que yo estoy muy contenta. Y… ¡no estás sola! Somos muchas las madres que queremos criar personas, no hijos perfectos. Me encantaría hablar contigo un día. Escríbeme si quieres a mi e-mail (evamillet@yahoo.es) y yo te contacto. Un abrazo, Eva
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Qué contenta estoy! Por fin encuentro que no estamos solos! Y qué suerte tengo de encontrarte ahora Eva, porque mis hijos son muy pequeños y así cuando dude (mucho bombardeo del “mundo exterior”) recurriré a tí, a tus libros, a tu blog y a los comentarios de otros seguidores. Genial! Gracias! Te necesitábamos y te he encontrado! Ahora sí, me siento tranquila. Gracias!
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MIL GRACIAS, Inma, por tu comentario tan entusiasta. Un abrazo y aquí me tienes cuando lo necesites. Eva
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