Niños que van solos: una especie en vías de extinción.

Me he mudado de casa y en mi nuevo domicilio he descubierto una rara-avis, una especie que está prácticamente en peligro de extinción en el llamado «Primer mundo». Hace ya unos días, volviendo de la escuela con mi hija, coincidimos en el rellano de la escalera con Ana, una vecina de diez años. Tanto yo como mi hija nos quedamos paradas y admiradas cuando la vimos salir, muy decidida, del ascensor, sacar una llave del bolsillo y abrir la puerta de su casa. Sola. En el 2015, una niña de diez años, residente en Barcelona, volvía sola de la escuela.
Nos explicó que lo hacía cada martes, porque su madre tenía que acompañar a su hermano pequeño a no sé donde. Debo decir que el colegio de Ana está muy cerca de su casa y, además, en el camino apenas hay que cruzar calles y las pocas calles que hay que cruzar apenas tienen coches, pero creo que ello no le resta valor a lo que hoy es un hito: ¡Una niña yendo sola por la calle! ¡En una ciudad, en el siglo XXI!
Un par de días después, haciendo cola en la caja de un supermercado, reparé en un niño de unos ocho años, solo, comprándose un donut y cargando unas cajas de cartón. Imaginé (con la experiencia que da una mudanza reciente) que la madre o el padre lo habrían mandado a por cajas con la compensación de un donut como premio. Me pareció emocionante. ¡Otro niño pequeño, haciendo algo solo, en Barcelona, en el siglo XXI! Le comenté algo sobre las cajas pero el niño no me respondió (me imagino que tenía estrictas instrucciones de «no hablar con desconocidos»). Me dio igual. Había visto dos niños haciendo cosas por sí mismos, en la calle, con apenas tres días de diferencia. Me dije que, cuando viese un tercero, escribiría un post sobre el tema.
Pero pasaron los días y no apareció el tercer niño que va solo, ratificándome que lo que vi fue la excepción que confirma una nueva regla: los niños y niñas hoy en día no van solos.
Sí, lo sé. Las ciudades están infestadas de coches. En especial, a las salidas de los colegios, trufadas de esos enormes 4×4 que algunas madres conducen para proteger a sus hijos (y fardar un poco también, no nos engañemos). Caminar ya no se lleva. En mi antigua escuela, por ejemplo, la acera por la que circulábamos los niños y niñas que íbamos caminando ha desaparecido hace años. ¡No hay acera! Primero la hicieron intransitable dejando que se la comiera el seto que crecía junto a ella. Hoy ha sido reemplazda por una especie de lanzadera para desembarcar a los niños que llegan en coche con los padres o en el batallón de autocares que cada mañana invade la zona. Los cuatro gatos que van a a pie o en transporte público…. que se apañen.

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El Touareg es un modelo de coche que puede verse habitualmente en las puertas de los colegios del llamado «Primer mundo».

El niño que camina solo al cole es una especie en vías de extinción. Y no sólo aquí. En el libro Cotton Wool Kids, What is making Irish parents Paranoid? (Niños de algodón, ¿qué está convirtiendo en paranoicos a los padres irlandeses?), escrito por la psicóloga Stella O’Malley, leo que lo mismo sucede en Irlanda y en el Reino Unido. En este primer país, explica la autora, y pese a que un 40% de los niños vive a medio kilómetro de la escuela y un 70% a algo menos de dos, el 60% de los niños de 9 años van al cole en coche (frente al 1% que va en bicicleta).
El libro también revela que hoy en día hay que ser valiente para mandar a los hijos solos a la calle. O’Malley cuenta el escándalo nacional que se formó cuando dos padres londinenses permitieron que sus hijos de 5 y 8 años fueran en bici al cole. El centro estaba a poco más de un kilómetro y Dulwich, el barrio donde residen, es bastante tranquilo (doy fe). Sin embargo, el matrimonio sufrió un montón de ataques verbales y virtuales por su osadía y el director de la escuela amenazó con denunciarlos a los servicios sociales por negligencia.
Algo similar le sucedió a la neoyorquina Lenore Skenazy en un caso ya célebre, cuando, en 2008, escribió un artículo explicando que había permitido que su hijo, de 9 años, cogiera el metro solo en Nueva York. Entre otros, fue apodada «la peor madre del mundo». Convencida de que no había hecho nada malo, sino potenciar la autonomía de su hijo, montó la web Free Range Kids y se ha convertido en una activista por el derecho a que los niños se eduquen sin una constante supervisión.

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En 2008, Eleanor Skenazy dejó que su hijo de 9 años volviera solo desde los grandes almacenes Bloomingale’s de Nueva York hasta su casa. El niño llevaba tiempo pidiéndoselo y, tras hablarlo con su esposo, consistieron. No lo dejaron así como así, por supuesto: le dieron un mapa, una tarjeta de metro, monedas para llamar en caso de emergencia y 20 dólares. «Mi hijo sabe leer un mapa, habla el idioma y somos neoyorquinos», escribe Skenazy. Además. añade: «Si necesitaba  pedirle indicaciones a alguien, cosa que necesitó, no creí que esa persona dijese: ‘Ostras, me iba a ir a casa con mi nueva y estupenda camisa de Bloomingdale’s pero creo que, en cambio, voy a secuestrar a este niño adorable'». El niño, cuenta, llegó a casa 45 minutos después, «feliz de la vida por su independencia».

Una rápida búsqueda en Google demuestra que en Estados Unidos hay una auténtica paranoia con el que los niños vayan solos por la calle. Leo en esta noticia de la CNN que una familia de Maryland, «está siendo investigada» por permitir que su hijo de 10 años y su hija de 6 «caminaran solos volviendo del parque, un sábado por la tarde». No es un caso aislado, comenta Kelly Wallace, la autora del artículo, sino el último de una lista cada vez más abundante de denuncias a padres por permitir que sus hijos vayan solos por la calle. La crónica habla de «una madre de Carolina del Sur arrestada por dejar a su hija de 9 años jugando en el parque» y de otra de Florida, «arrestada por dejar que su hijo de 7 años caminara solo al parque».

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El titular reza: «Familia de Maryland investigada por dejar que sus hijos vuelvan solos a casa». ¿Sólo en América?

«Soy yo o a las cosas se han salido súbitamente de quicio si hoy los padres están siendo detenidos o investigados por hacer lo que, hace solo unas décadas, era totalmente normal y apropiado», se pregunta (en mi opinión, muy acertadamente), la periodista.
Lo cierto es que, hace unas décadas, lo que se miraba mal eran esos padres que estaban todo el día detrás de sus hijos. En mi curso había una madre, pionera en un tipo de educación que hoy se ha convertido en algo corriente, que se pasaba el día supervisando a su hija (a la que llamaré E.). Mientras que la mayoría íbamos o volvíamos en autobús, en metro o andando, E. no pisó la calle hasta que cumplió, prácticamente, la mayoría de edad. Durante la mayor parte de su infancia fue transportada en el coche materno de casa a la escuela y de la escuela a casa o acompañando a su progenitora a «hacer recados». Sin cinturón, por cierto.
Algo similar le sucedió a otra amiga mía, C., que sufrió durante años una constante supervisión materna que le impedía salir sola a ningún sitio. Hoy vive, con sus tres hijas y su marido, en uno de los países considerados como más peligrosos del mundo. Está feliz. Tengo que preguntarle, por eso, si deja que las niñas vayan solas al cole.

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Imagen del documental, «Camino a la escuela». Sin comentarios.

Y termino esta entrada con la noticia de un tercer menor (niña, en este caso) que ya va solo. Se trata de la hija de una amiga que llevaba tiempo planteándose si ya era hora de dejarla que fuera sola a la escuela. Hace unos días, madre e hija fueron a ver la película documental «Camino a la escuela», donde el director francés Pascal Plisson sigue los pasos de cuatro niños de diferentes países que se enfrentan diariamente a todo tipo de adversidades y peligros para llegar al colegio (como montar a caballo durante horas, cruzar la sabana trufada de leones y jirafas y arrastrar una silla de ruedas durante un trayecto interminable). Fue salir del cine y tomar, sin dudarlo, la decisión: la niña coge el metro cada mañana.
Dicho y hecho. Ha empezado esta semana. Sale de casa, camina unos dos minutos, coge el metro y, tras tres paradas, desciende, sube las escaleras mecánicas, cruza una calle y llega al cole. A muchos de sus compañeros les sorprende que la dejen ir sola. Tiene 12 años. //

14 comentarios sobre “Niños que van solos: una especie en vías de extinción.

  1. Ariadna, de 9 años, sale sola a comprar el pan desde hace varios años y desde que tenemos a Scott, nuestro perro, también la dejo salir para pasearlo. Es cierto que cerca de casa, pero fue una de las concidiones que pusimos a la hora de adoptar a nuestra mascota, que se hiciese cargo de él.

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  2. Mi hija, que es mi mejor curso de psicología avanzado personal, me ha dado muchas lecciones, y con este tema también. No me considero una madre hiperprotectora, de hecho, huyo de serlo, y había decidido que acompañaría a mi hija al colegio durante la primaria y que iría sola al instituto. Pero días antes de comentar 6º mi hija me dijo «He pensado que ya podría ir sola al cole», ante tal sorpresa reaccioné rápidamente, sobreponiéndome a lo que esa frase significaba:
    Mi hija se sentía capaz de hacerlo.
    Mi hija necesitaba hacerlo, sentir que era más autónoma.
    Mi hija iba mucho más rápido, y sigue yendo, de lo que mi mente es capaz de asimilar,
    Eso significaba un duelo para mi, se acabó una etapa, ya no haré esa función, cada día me necesita menos. Aunque esa es nuestra misión como padres, lucho contra los sentimientos encontrados de añoranza de mi niña pequeña y orgullo por mi «chica grande».
    Finalmente mi respuesta fue: «Claro hija, me parece una excelente idea, confío en ti».
    Ella sonrió y dijo: ¡Bien!

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  3. ¡Gracias por tu comentario, Maribel! Es verdad que, en cierto modo, es una especie de «duelo» el que los hijos ya no te necesiten para acompañarlos. Pero, por otro… ¡qué gusto! Lo que me parece fascinante es el giro de 180º que se ha producido. Y ya no te digo en el mundo anglosajón, con gente DENUNCIANDO a padres porque los niños han vuelto solos del parque… Muy fuerte.

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    1. La hiperprotección es, entre otras cosas, una muestra de la incapacidad de los padres para soportar la ansiedad de no tener garantías al 100% de que a sus hijos no les pasará nada. Ante esa ansiedad controlan a los hijos todo lo que pueden, los sobreprotegen. Siempre hay nuevos peligros por lo que la ansiedad no desaparece. Esta generación de padres vive intentando tenerlo todo controlado. Lo cual es obviamente imposible. Nuestros abuelos y bisabuelos vivían en un contexto de incerteza y por lo tanto, la toleraban infinitamente mejor.

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  4. Hola Eva,
    Estoy totalmente de acuerdo con la psicosis que tenemos los padres con la ciudad y también con los miedos que indirectamente despertamos en los niños al respecto. Justamente acabo de escribir un post sobre este tema y me ha parecido muy curioso leer este en tu blog!! Estamos sincronizadas!
    Me da la sensación que deberíamos de empezar a revisar nuestras actitudes y miedos y comenzar a confiar en toda la educación que le hemos dado a nuestros hijos y, sobre todo, en ellos mismos!
    Comenzar también a soltar la cuerda que nos une y empezar a mirarlos en la distancia, con su autonomía y valentía. Y en vez de sentir pena porque ya no nos necesitan tanto, sentir orgullo!

    No nos volvamos locos con tanta sobreprotección que lo único que conseguimos son niños desprotecgidos y débiles!

    Un saludo!

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  5. Estoy absolutamente de acuerdo con este artículo, con la necesidad de dejar que los niños hagan ciertas cosas solos. Y añado a esta reflexión, el que como madres vayamos andando. Por lo menos a la vuelta. Cuando tengo oportunidad de hacerlo, disfruto mucho de ese rato de conversación y paseo. Y también, usemos el transporte público con nuestros hijos, aunque podamos ir en coche, para que sepan cómo moverse por la ciudad, y aprendan con el ejemplo, que no solo se puede uno desplazar en coche.

    Pero esto tiene también que ver con que se sirvan solos la leche, que se pelen la fruta, que se hagan la cama, que enciendan la bañera… tantas y tantas cosas que podemos dejarles hacer de forma autónoma desde muy, muy pequeñitos.

    Con todo, soy incapaz de olvidar este terrible hecho. La muerte de un niño en NY el primer día que volvía a casa solo después de cole. Tenía 8 años. Ya sé, es un hecho puntual.

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    1. Hola! Me parece muy acertado lo que dices que; ir andando es bueno para todos y es un rato de conversación muy sano. Por lo que respecta a las pequeñas tareas domésticas, es importantísimo que adquieran estos hábitos y que no acabemos de padres-mayordomos. No sé si viste este reportaje que escribí sobre el tema https://educa2.info/2013/10/15/padres-mayordomo/
      Por lo que comentas del pobre niño que murió volviendo del cole; yo imagino que es un hecho puntual, como tu dices. De todos modos, desgraciadamente, mueren más niños en accidentes de coche (quizás yendo al cole) que caminando solos por la calle. Un saludo y gracias por tu comentario! Eva

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  6. Buenas tardes
    Vivimos en un pueblo cerca de Barcelona mi hijo de 10 años va solo a baloncesto dos días a la semana y los un Miércoles cada dos acompaña a su hermana de seis a baile, a sólo dos calles del cole, yo trabajo, estoy divorciada y el padre vive en Madrid así que este año o hacemos así y nos va bien. El niño tiene claro que no se tienen que entretener…
    La semana pasada fué solo directo a casa con la llave ya que yo tenía una urgencia, tiene claro que no debe abrir puerta ni contestar teléfono a no ser que sea alguien de la familia…

    Sé que hay gente que lo ve mal pero aunque mi hijoi tiene tdah y es despistado con estos temas es super responsable.
    Gaby

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    1. Hola Gabi! He leído, mientras me documentaba para el post sobre el que has comentado, que la responsabilidad de ir solos, orientarse, concentrarse en el camino, etc, es tan buena para niños con TDAH. A mí me parece estupendo lo que haces. Yo recuerdo que a los 9-10 volvía algunas veces sola a casa, con mi hermano, que tenía 6. Lo que es fuerte es que haya gente que lo vea mal, pero es que cada vez es más raro ver a niños que van solos por la calle. Un saludo y gracias por tu comentario. Eva

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    1. Claro, entiendo. Piensa que yo vivo en Barcelona, una ciudad poco peligrosa, afortunadamente. La idea es que en países seguros, como este o el Reino Unido, cada vez son más los padres con paranoia por dejar a sus hijos solo. Un saludo y gracias por tu comentario, Eva

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