Llueva, nieve o haga sol. Los niños de parvulario del proyecto PEQUEÑOS GRANJEROS de la Granja, una conocida granja-escuela a los pies del Montseny, cerca de Barcelona, tienen entre uno y tres años y salen, cada día, a pasear tres horas por el bosque. Si se caen, se levantan ellos mismos o los ayuda un compañero. Si llueve (ese temor de tantas madres; ¡que se moje su hijo o hija!), se ponen un chubasquero. Si nieva, disfrutan del espectáculo.
No se trata de imitar la educación espartana (que se iniciaba arrojando al párvulo por un barranco, a ver si sobrevivía), sino de acostumbrar a los niños a algo tan fundamental como es caminar, por un lugar, además, precioso. Los paseantes miran, tocan, se ensucian, disfrutan, no gritan si ven un insecto… «Los niños y niñas adquieren conocimientos sobre la naturaleza y potencian su psicomotricidad. Trabajamos el sí, puedo, cada día», aseguran desde La Granja. El proyecto, en fase experimental, está teniendo muy buenos resultados, tanto a nivel psicomotor como motivacional. En este reportaje de TVE puede verse como caminan y caminan, sin traumas aparentes.
Los padres también podemos acostumbrar a nuestros hijos a caminar. Cuesta, no hay duda: lo que teóricamente es un agradable paseo familiar puede convertirse en una pesadilla de llantos, gritos, protestas y diversas formas de cargar al niño pequeño en el camino de vuelta. Pero se puede. En Inglaterra, donde el caminar es una pasión nacional, a los niños se les educa a ello desde muy pequeños y bajo condiciones climatológicas a menudo poco agradables.
Por cuestiones familiares, llevo años veraneando allí y cada día, llueva o no, se sale a pasear. En la ceremonia del walk participan todos y las protestas de los pequeños son ignoradas con británica flema. En ocasiones, para distraerlos, se proponen juegos: en mi caso, el favorito es puntuar del 1 al 10 los cadáveres de conejos que a veces aparecen por los páramos. El más desagradable de los conejos muertos por mixomatosis es el que merece mayor puntuación.
En el proyecto educativo de La Granja se insiste en evitar la sobreprotección a los hijos, una tendencia actual. La autonomía de los niños es fundamental y se consigue con cosas sencillas. De acostumbrarlos a dar paseos a levantarse solos si se caen, pasando por otro gesto rutinario importantísimo: que cada niño lleve su mochila al ir y al volver del cole.
Cada día, en miles de colegios, millones de niños, prácticamente antes de saludar al adulto que los ha venido a recoger, le tienden, como príncipes renacentistas a sus mudos servidores, su mochila. Y los mudos servidores, diligentemente, cargan con ella. Un mala costumbre que no pasa inadvertida a muchos educadores. Entre ellos, a los de La Granja, que incluso han montado este video para animar a los adultos a que acostumbren a los niños a cargar con su mochila.
Parece una tontería, pero es un gesto importante: una «pequeña contrariedad» diaria que los hará mas fuertes. Ah, y si la mochila pesa demasiado (cosa habitual), les podemos ayudar sacándoles un par de libros. Pero cargarla… que la carguen ellos. Es pedagógico.
irrefutable!!!
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Gràcies Cristina; costa una mica però poden, poden fer això i molt més!
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